LA VISITA
Hoy ya no se lleva, pero cuando yo era chico existía la figura de “la visita”. Consistía en que alguien aparecía sin llamar un sábado por la tarde por tu casa. En lo que a mí me interesaba solo había dos reglas. Que había que portarse bien (saludar y mandarte a mudar a los cinco minutos a tu cuarto a hacer algo que no provocara ruido) y que había barra libre según se marchaban. Solían ser primos segundos, una tía abuela o parientes o amigos no demasiado cercanos que de repente se presentaba así, sin llamar ni nada. Una vez que arrancaban la caña, los enanos teníamos vía libre para arrasar con todo el chocolate y las galletas que la educación no permitía que se comiesen los visitantes.
Pero todo eso está mal visto hoy en día.
Hoy las visitas se planifican una semana antes.
–¿Qué tal el viernes en la tarde?
–Tengo pádel (yoga/golf/masaje/spa/etc.), pero tengo libre el domingo a mediodía, o tal vez el miércoles de la semana que viene, que finalmente no tengo la rehabilitación de la junta de la trócola porque me la han convalidado con segundo curso de canapés, que me salió de cine.
–Me viene fantástico…
Entonces quedas el miércoles por la tarde y apareces con flores, un whisky bueno y la camisa limpita y planchá, como debe de ser. Por supuesto, los chiquillos ese día se quedan con una tía que suele ser buena de boca. El plan suele consistir en llevarlos al Mardonal, a ponerse tibios de papas fritas rarísimas y helado con chocolate escachado que se come con una cuchara con un agujero en medio que no hay quien entienda. Luego van al cine a ver fast & furious 37 y vuelven a casa con una gorra de promoción y cotufas hasta en los calzoncillos.
Vale.
Hoy hay visitas que ni planificándolas. Como la de Sánchez a Estados Unidos. El hombre va para allá y ni unos sándwiches de jamón con mayonesa le ponen. Se ve que el concepto compromiso de Estado ha cambiado.
Sin embargo, la Historia, que es tozuda, nos brinda capítulos que hoy sorprenden.
Al respecto me acordaba yo de La Manquita, que es como llaman a la catedral de Málaga. Tuve la suerte de estudiar en dicha ciudad, y cada día pasaba a su vera en el camino que me conducía desde la parada de la guagua hasta la facultad de Económicas. Siempre me llamó la atención su belleza, su majestuosidad, y también la cicatriz que tiene en su frente. Tal vez sería mejor decir amputación, o terminación a medias, pues una de las dos torres que la presiden se encuentra inacabada. De ahí su nombre.
Así ha quedado, no sé muy bien si por motivos económicos, que dudo, o bien porque los responsables de la ciudad han querido que así sea.
En realidad, los dineros que iban destinados a financiar la terminación de la segunda torre fueron desviados a un fin distinto, desconocido para mucha gente.
En la época en la que se construía la catedral, a finales del siglo XVIII, España decidió ayudar a unos Estados Unidos de América que aún no habían nacido como tales, pues se encontraban enfrascados en una guerra de independencia contra Inglaterra, y precisaban de fondos para su sufragio. España buscó perras, y para ello desvió los fondos de la torre de la catedral, que sirvió para entregar, entre otras cosas, 30.000 fusiles, 216 cañones de bronce e innumerables municiones a la causa. No solo eso. El malagueño Bernardo de Gálvez ganó el derecho a participar en el desfile de la victoria en Washington, junto al propio George Washington, como uno de los generales esenciales en la victoria por su actuación en la península de la Florida, cortando los suministros ingleses que iban destinados a la capital desde el sur. 11.000 españoles lo ayudaron en la tarea, aunque al principio eran remisos y provocó que emitiera su famosa frase “yo solo”, indicativa de que si no le ayudaba nadie, él iba a ir solo ha realizar la gesta. Eso le ha valido el derecho de que el retrato con su imagen figure hoy en el Congreso norteamericano. Otro general español, malagueño por más señas, Luis de Unzaga, a la sazón gobernador de Luisiana, fue el primero en dar nombre al país, enviando una misiva a Washington en la que un extranjero lo consideraba, por primera vez, General de los Estados Unidos Americanos.
Francia ha quedado como la gran aliada de los Estados Unidos para la historia, entre otras cosas regalando lo que luego se ha convertido en el símbolo del país, o sea, la Estatua de la Libertad. Pero hoy sabemos que la labor de los españoles en la contienda fue esencial, sin la cual la independencia difícilmente hubiese sido exitosa.
España está tan en el origen de los Estados Unidos de América como españoles fueron los que fundaron ciudades como San Antonio (por familias canarias, por cierto), Memphis o Los Ángeles. Por no hablar de los nombre españoles que pueblan Norteamérica, desde Colorado hasta San José, desde Las Vegas hasta Florida.
A finales del siglo XVIII, cuando los Estados Unidos comenzaban a dar sus primero pasos como país independiente, España era una referencia.
Tal fue así que, al contrario que en América del Sur, donde la independencia devino en desconexión total de España, en Norteamérica sus presidentes tomaron como guía, por ejemplo, las Siete Partidas que, en el siglo XIII se redactaron durante el reinado del Alfonso X El Sabio. Para 1989 había ya más de trescientas sentencias en la Corte Suprema de Luisiana, Texas, Arizona, nuevo México y California que citaban las mencionadas Siete Partidas.
Por su parte, algunos autores sostienen que Benjamin Franklin tenía el “Idea Principis Christiano-Politici Symbolis”, del teórico español Diego de Saavedra, como uno de sus libros de cabecera. Al menos se sospecha que de ahí se inspiró para algunos lemas independentistas americanos, como el famoso “Perseverando”, así como para algunos emblemas de los primeros billetes de dólar, cuyas barras verticales simbolizan las columnas de Hércules que Platón imaginó junto a Cádiz.
Hoy, Estados Unidos nos considera una potencia de tercera, hasta el punto de no considerarnos en su agenda internacional. La Historia, Historia es. Y así debe ser. Pero olvidarla no creo que sea conveniente.
El día 20 el presidente Sánchez viaja a Estados Unidos para seguir una agenda con un marcado perfil económico. Viajará a Nueva York (finanzas), Los Ángeles (audiovisual) y San Francisco (tecnológico).
No se verá con el presidente Biden, o al menos así lo han asegurado desde Moncloa.
De galletas de mantequilla y canapés variados para la visita, ni hablamos.
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