LAS CHOLAS DE JILL
En esta esta cumbre de la OTAN, que ha sido fantástica, luminosa, agradable y casi perfecta, se ha hablado de que en Rota va a haber dos destructores más, que España ha de doblar su gasto militar y que Finlandia y Suecia van a entrar en el club, una vez Erdogan ha dado su visto bueno, tras lograr que le echen una mano contra los kurdos.
Mientras ello ocurría, entre otras cosas, Begoña López ha regalado unas cholas de esparto a Jill Biden, que se calzó el día de la visita a La Granja de San Ildefonso, para ver las fuentes, la fábrica de tapices o la de vidrios. La esposa del presidente norteamericano ha vuelto ya a su país, no sin dejar de indicar a la reina Leticia que han de trabajar más, y más conjuntamente, pues tienen los mismos intereses y preocupaciones. No en vano, las/los consortes de los líderes, además de hacer turismo, han hablado de enfermedades, de medicina, de alimentación y de solidaridad.
Sea como sea, lo que ha quedado patente es que, como anfitriones, no tenemos rival. Y la idea de celebrar una comida de trabajo en el incomparable marco del museo del Prado, que aloja la mayor pinacoteca del planeta, bajo la estatua de Carlos I, ha impresionado a propios y extraños. No en vano, genéticamente somos un país de recepción, de acogida, de estancia, de concordia, de entendimiento, de disfrute. Tal vez sean esas nuestras mejores cartas de presentación, y de ahí que venga tanta gente año tras año a nuestro país.
Sin embargo, ello palidece ante el hecho de que han presidido esta cumbre principalmente dos elementos negativos. Una guerra en Europa y la inflación.
Pero, además de lo anterior, los treinta y tres países representados, que asimismo tiene una población de más o menos mil millones de personas, formamos la élite de un planeta que tiene retos formidables. El desafío chino, que está por venir, o la situación de África, que no para de empeorar, y donde China tiene sus ojos –y algo más– puestos. El reto de las mafias, del yihadismo terrorista, de la defensa de los valores occidentales, de la energía, de la economía, que no se vislumbra precisamente halagüeña. Por no hablar de la desigualdad social, con España como líder, con un tercio de su población en pobreza o en riesgo de exclusión social
Europa tiene ante sí un reto: ser independiente. Y no lo es, entre otras cosas, porque dependemos de la energía que nos suministran países de un lado y del otro, y que a veces utilizan esa dependencia para desestabilizarnos, para romper nuestra precaria unidad.
Así pues, y visto lo visto en la tele, donde hace poco una tertuliana echaba en cara a los economistas el que seamos más historiadores que predictores, creo que por nuestra parte tenemos asimismo un reto: avanzar en las energías renovables. Ni Rusia, ni Argelia ni nadie tendrá poder para doblegarnos ante el frío del invierno si somos capaces de instalar huertos solares y energía eólica o maremotriz suficiente para ser independientes. Y ahí, en mi opinión, si que es preciso un pacto de estado.
Sin embargo, Pedro Sánchez se mueve entre la necesidad de un “acuerdo de país”, como el que se necesita para que vengan esos dos destructores adicionales a Rota, o para doblar el presupuesto en defensa (él, que decía que el Ministerio de Defensa sobraba), y la obligación que se ha autoimpuesto de acordarse criticar al Partido Popular de vez en cuando, no vaya a ser que se le vea el plumero. Necesita sus votos ante la remisión de UP relativa a las decisiones de defensa, y a la vez necesita de algún modo alegar que al PP sólo le mueven intereses espurios y oscuros.
Una realidad que está lejos de la de nuestro país, donde a poco que mires verás luz, arte, música, comida espectacular, paisajes y paz.
Una realidad que Biden expresó ante Felipe VI, cuando le dijo que están tan a gusto que igual se quedan por aquí. O como le ocurrió su esposa Jill, cuando se puso las cholas de esparto que le regaló Begoña López, para luego marchar en tren a Segovia a ver tapices.
Los retos son innumerables, la dificultad, extrema. Los consensos, imprescindibles. El diálogo, esencial.
Me tranquiliza saber que Jill ya se ha percatado de algo que todos nosotros sabemos desde hace años.
De que la vida… es mucho mejor en cholas.
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