DUAL

Ya lo decía Coco, el de Barrio Sésamo. Ahora estoy arriba. Ahora estoy abajo. Arriba. Abajo… Tras la lección acerca de dónde se encontraba, el tipo terminaba asfixiado, porque para explicar que “estaba arriba”, subía las escaleras, y para decir que “estaba abajo”, las bajaba. Arriba, abajo, cerca, lejos, grande, pequeño, alto, bajo, caliente, frío…

En realidad, yo ya era talludito, y los que crecieron con eso eran más bien los nacidos a mediados de los setenta. Yo crecí viendo Meteoro, Los Tres Imposibles y tal…, pero los más peques de la casa recibían estas lecciones duales que les explicaban dónde estaban los extremos de las cosas para que, de ese modo, aprendieran a partir de dichos extremos. Por supuesto, entre algo alto y algo bajo, hay muchos tamaños intermedios. No todo es blanco o negro, ¿no? Así está el alto mediano, el mediano, el mediano bajo, y así sucesivamente. Del mismo modo, hay diferentes colores. Yo crecí aprendiendo ocho o nueve. El negro, el blanco, el naranja, el rojo, el azul, el verde, el amarillo y el canelo, que luego se pasó a llamar marrón. Ese era el color del agua que bajaba por el desagüe de la ducha cada noche cuando nos bañaban, porque nos poníamos perdidos de tierra… canela, haciendo el cafre en el campito.

Pero a medida que la sociedad avanzaba, aparecía el color chinchilla, el malva, el celeste, el calabaza, el berenjena, el bermellón, que no era rojo, sino bermellón, el púrpura, el salmón, el verde lima, el verde botella, el fucsia, el mostaza, el ocre… La paleta de colores se ampliaba, para mostrarnos a nosotros, prácticamente hombres y mujeres de las cavernas, cómo los matices son importantes, y pueden suponer una diferencia brutal entre tener buen gusto o ser un belillo.

Ya cuando fuimos a pintar la casa y el pintor trajo un catálogo de blancos que casi llega a los doscientos, me rendí. Demasiao pa uno, que es de campo.

Lo cierto es que la paleta de conceptos, de ideas, de matices, se ha ido ampliando a medida que uno ha ido cumpliendo abriles. Y lo que inicialmente era sencillo, básico, podríamos decir, se ha convertido en un amalgama de conceptos interminable, que obligan a uno a esforzarse por estar al día y no dar el cante.

Si esto es así, me pregunto por qué, habiendo tantos matices, una paleta de colores tan amplia, se han reducido al absurdo los conceptos que se refieren a la cotidianidad. O estás conmigo, o contra mí. O piensas como yo o eres un extremista. O me das la razón o te la quito yo. Vale para todo. Para todas las ideologías, que parecen haberse convertido en dos. Una pallá y la otra pal otro lado. Arriba o abajo. Alto o bajo. Cerca o lejos. Rico o pobre.

Hoy no se puede estar por la libertad y simultáneamente por la solidaridad. Hay que escoger. No se puede estar por la duda y la convicción de forma simultánea. No puede haber dudas, no existen las preguntas, todo está escrito, todo descubierto. No se aceptan disensiones. Elige.

Hay que militar en un equipo, o corres el riesgo de que te cuelguen una etiqueta.

Ahora estoy arriba. Ahora estoy abajo.

Y ya está.

A pesar de que queda claro que los matices son interminables, da la impresión de que el mundo se ha vuelto dual. Y esto nos lo explican unos responsables públicos que no trabajan, sino que se “dejan la piel”. Ya trabajar no es suficiente. Ellos “se dejan la piel”, eso sí, entre aire purificado con ozono, muebles de lujo, moquetas mareantes, sueldos de ensueño y transportes y/o dietas que pagamos todos.

Ellos nos dicen, sin decirlo, que hoy hay que ser dual, escoger equipo, definirte claramente.

Una vez has escogido, puedes exigir cualquier cosa, incluso exigir que tus cortinas sean de color chinchilla.

Una vez has escogido, tendrás permiso para ello.

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