MARQUESADO SÍ, MARQUESADO NO…
No voy a valorar aquí las palabras de Álvarez de Toledo de ayer, que en mi opinión hablan por sí solas. Después de poner de manifiesto algunas contradicciones a las que Iglesias nos tiene acostumbrados, como la hipocresía sobre Julio Anguita, la diputada decide al final de su intervención ponerse a la altura de aquello que critica. Bien. Si el PP quiere suicidarse políticamente, de momento esto es un país libre. Pienso yo, ignorante absoluto en materia jurídica, que en todo caso tendría que pronunciarse al respecto un juez o jueza si el afectado así lo considerase. No como Iglesias, que ayer se erigió en juez en el Parlamento, afirmando, dedo en vertical sobre el atril, “aquí se ha cometido un delito”. Bueno, es posible, pero pienso yo que eso lo ha de decretar un juez. O jueza. De momento, son los que tienen el poder para juzgar. Algo con lo que no todos parecen estar de acuerdo.
Pero al lío.
Llamar “señora marquesa” a una diputada electa el sede parlamentaria es una falta de educación general básica. El trabajador, el parado, la profesional, la empresaria, el funcionario… todos se igualan en el Parlamento bajo el calificativo de “señoría”. No sería correcto que algún parlamentario se dirija a otro diciendo “señor empresario”, o “señora abogada”. Creo que se descalificaría a sí mismo ante tal aseveración.
Visto el retintín con que el vicepresidente Iglesias repitió el título nobiliario de su oponente dialéctica, uno se pregunta si lo que realmente desea el diputado es que Álvarez de Toledo no sea marquesa. O tal vez, si por el contrario es que es Iglesias el que desearía ser marqués, y como no lo es, pues utiliza la dialéctica irónica a modo de defensa contra no se sabe muy bien qué.
Y es que la aristocracia española es rancia. Antigua, hundida en nuestra historia, si bien renovada de vez en cuando. Como el casos de Adolfo Suárez, que pasa a ser duque de Suárez como resultado de su actuación en defensa de la democracia española. O como el antiguo entrenador de la selección española, Vicente del Bosque, que tras ganar con la selección el mundial de 2010 y la Eurocopa de 2012, fue nombrado por la FIFA mejor entrenador del mundo… y por Juan Carlos de Borbón marqués de del Bosque.
Los japoneses lo hacen al revés que nosotros. Cuando una persona es distinguida por sus méritos hacia el país, y recibe algún tipo de reconocimiento, dicho reconocimiento es automáticamente asignado también a sus antepasados, nunca a sus descendientes. La explicación es bien sencilla. Se supone que esos antepasados han sido necesarios para que la persona meritada haya existido, y por lo tanto haya llevado a cabo los actos que han provocado el reconocimiento del pueblo. Eso, tal vez, tendría más sentido. Pero aquí es al revés. Se olvida a los antepasados, y los hijos reciben un reconocimiento en el que no han tenido nada que ver. Tradición, en cualquier caso.
Iglesias es vicepresidente del Gobierno. Es diputado electo. Tiene mucho poder. Poder para hacer todas esas cosas a favor del pueblo que, tal vez, quién sabe, en el futuro supongan un cambio para este país que lo mejore, lo coloque en el planeta en un lugar mejor que el que hoy ocupa, y todos nos beneficiemos de ello. Como nos hemos beneficiado de tener una estrella en el pecho de la selección. O de una transición a la democracia que se pone como ejemplo de proceso político intachable en todo el mundo. Es un reto ambicioso, pero vaya usted a saber.
Si lo hace perfecto, a lo mejor en el futuro Iglesias recibe también su marquesado.
Y así el hombre respira tranquilo.
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