APAGÓN
La serie “Apagón” (¿la conoces?) es un impacto para el espectador. Al menos lo está siendo para este espectador. Nos hace pensar en lo que realmente somos… y en lo que no somos. En lo dependientes que vivimos unos de otros sin realmente darnos cuenta. En lo que es importante. Y lo que no. Es una reducción al absurdo… ¿imposible? Tal vez. No lo sé, pero una reducción al absurdo, en cualquier caso.
Pasamos el día hablando de dinero. De impuestos, de deuda, de paguitas, de costes. De lo que sube la vivienda, y la comida, y los transportes, y la educación, y la gasolina, y la energía en general. Y la deuda. La particular y la pública. Vemos cómo este o aquél banco hacen acopio de tesorería para los momentos duros por venir. Y cómo al ciudadano medio cada vez le cuesta más vivir normalmente. Sin lujos, sin estridencias, sin excesos. Comer, dormir, transportarse y ver una peli de vez en cuando.
¿Qué pasaría si una tormenta solar arrasa con el sistema energético que nos hemos dado a nosotros mismos?
En estos tiempos, en los que no sabemos cómo vamos a calentar las casas de Europa el próximo invierno, ni en cómo van a afectar las guerras a la alimentación de los casi 8.000 millones de almas que deambulamos por este planeta, ni en cómo un joven va a poder iniciar un proyecto de vida en las condiciones que ahora mismo se despliegan ante nosotros, esta serie lo lleva todo al extremo, y especula con cómo seremos si nos falta lo básico.
No suelo hacer publicidad de series, ni de pelis, ni de nada de eso, pero no puedo por menos que pensar que, al final, lo único que vale la pena, lo único que tiene valor, es darle valor a lo que lo tiene. Y perdonen el juego de palabras, pero muchas veces no apreciamos un paseo, un café con un amigo, o amiga, una despensa con lo suficiente, un techo bajo el que dormir, o la seguridad de que alguien vela por nuestra seguridad.
Si lo hiciéramos, si nos hiciéramos conscientes de que cada persona vale, cuenta, tiene un valor intrínseco, seguramente cambiaríamos algunos de los presupuestos que hoy reinan. Si lo hiciéramos, valoraríamos de otro modo al médico, al agricultor, al profesor, al transportista, al barman, al sastre… y no tanto a otros u otras que sí, aportan, pero que no son la última coca cola del desierto.
Soy un convencido de que este mundo funcionaría mucho mejor si cada uno de nosotros se esforzara en ser lo mejor que puede ser. Y ello conlleva ser un poco más humilde, menos ególatra y perder un poco la obsesión por tratar de explicar a todo el mundo lo interesante y lo máquina que soy.
Hoy tenemos un apagón en nuestras vidas. El apagón derivado de la incomunicación, en un mundo de comunicación llevada al extremo. El apagón derivado de la egolatría, en un mundo donde todos tenemos la palabra. El apagón derivado del YO, como forma de negación de los demás. El apagón derivado de la fuerza contra la razón.
No te apagues.
Enciéndete.
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