Banquetas vs. Twitter
Vuelvo de Puerto de la Cruz ciertamente sorprendido. He pasado un par de ratos con un montón de escritoras/escritores (ellas son claramente mayoría), alegando de literatura y de tonterías. O de tonterías y de literatura, que tanto da. Fue en el hotel Marte, y realmente parecía que estábamos en Marte. Un montón de extraterrestres que se reunían sin mediar subvenciones, sin intención de rédito económico, sin notoriedad, sin redes sociales, sin prensa escrita y sin impacto mediático. La inefable Luisa, unida a un grupo de apasionadas de la letra escrita (Pili, Emma, Ana, Isabel, Eusebio, Fabio, Elena, la otra Pili, Gloria, Felicidad, Rafaela, la otra Ana… y que me perdonen a las que me olvido, que seguro que son unas cuantas) han formado, sin un euro, una asociación que ya aglutina a más de 140 escritores de Tenerife, con una cabeza de puente en La Palma, otra en Gran Canaria, y ya con invitados internacionales que han aportado todo su arte… y en ocasiones algo más (Mervin, Mervin…).
El teatro, el cine, la poesía, la arquitectura o las identidades culturales han sido algunas de las materias que han flotado en el aire en cada conversación, en cada corrillo. Pero sobre todo la sensación de estar haciendo aquello que siempre has querido y que nunca nadie ha entendido. Ese… ¿cómo explicarlo…?
Quizá el mejor modo sea la transcripción de una conversación que mantuve con una escritora de Tegueste. “Hoy –me dice ella–, todo el mundo espera hablar. Pero nadie quiere escuchar. Y escuchar es básico”.
Hablamos acerca del todopoderoso Youtube, de su eslogan “Broadcast yourself”, ese “muéstrate como puedas”, el afán de notoriedad, la “visibilidad”, esclavitud a la que se han visto arrojados las generaciones actuales.
En contraposición, hablamos de baquetas. Sí, de banquetas. De cómo no hace demasiado tiempo, el entretenimiento cotidiano en el pueblo, en el barrio, en todas partes, consistía en sacar la banqueta a la calle y sentarse a hablar con los vecinos. Y sobre todo a escuchar. Sin móviles, sin Wikipedia, sin interferencias. A veces sin demasiadas palabras. Ese “estar ahí” que uno percibía de las personas que habitaban alrededor y que superaba cualquier red social de las que hoy existen.
No me malinterpreten: yo uso las redes sociales, o si no ustedes no estarían leyendo esto. Pero igual que David tumbó a Goliat de una pedrada, la tentación de tirar banquetas contra Twitter es grande.
¿No creen?
Enhorabuena ACTE. Gracias por existir.
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