CLASE
En un momento en que la música paró, y mientras se trataban de apagar los aplausos del respetable, el superdotado de la guitarra, Gonzalo de Araoz, hizo lo que pudo para presentar a la banda. Digo lo que pudo porque la gente aplaudía y hacía ruido sin descanso. La Pop Culture Band se lo pasaba pipa haciendo las delicias de los que, un año más, poblábamos las localidades del Guimerá a la mayor gloria del Fimucité (y van 16 ediciones), pero Gonzalo, el sheriff de toda aquella banda, quiso dedicar unos minutos a presentar a los fuera de serie que nos ponían de pie casi sin querer. Los presentó a todos.
Bueno, no a todos.
No se presentó a si mismo, en una demostración de la clase que derrama por los cuatro costados. Y tampoco presentó a un pibe, no sé, diecisiete, dieciocho años tendrá, espigado, con el pelo alborotado y un maestro de las cuerdas.
Su hijo, por cierto.
El pibe salió a cantar una canción en francés con una de las cantantes y también cantó y tocó Starman, el legendario tema de David Bowie. Lo bordaron, compadre.
Apenas tenía doce o trece años cuando el muchacho tocó la primera vez para Fimucité, y desde entonces es un habitual que ya se atreve a cantar, y muy bien, por cierto.
Pero la banda es muy grande, con unos cantantes y músicos de primera línea, y el muchacho, que se atreve a asomar los pelos entre tanto talento año tras año… aún no ha sido presentado.
Un detalle más de la clase que tiene esta banda, que se exige el máximo año tras año y que, bajo la batuta de la inefable Ana Molowny, transmite una electricidad a todos los que nos pasamos por allí irrepetible.
Fimucité es un botón de muestra del arte que tiene mucha gente… que año tras año es convocada por el entusiasmo adolescente de Diego Navarro, Ana Molowny y Pedro Mérida. Póngalos usted en el orden que desee, pero para mi son impagables. Una muestra de lo que esta tierra es capaz de dar al mundo, que tan necesitado está de sueños, de música y de fantasía.
La semana de Fimucité apenas ha empezado.
¿No tienes entradas?
Bueno, ya te contaré, aunque tal vez sea mejor que te plantes en alguno de sus conciertos y estires las orejas. Y los sentidos. Porque Fimucité es sobre todo eso.
Una fiesta para los sentidos.
Larga vida, Fimucité.
Mucha clase sobre un escenario…
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