DECONSTRUCCIÓN
Si en Londres les pica un huevo
aquí todo el mundo se rasca…
(La Polla Records – En Londres)
En los años 80/90 había un luchador de lucha canaria apodado “El Volquete”. El tipo no era muy alto, sino más bien achaparrado y fuerte. Estaba trancado, que dirían en mi pueblo, pero si lo comparamos con sus rivales, era un fisco chico. Cuando algún luchador de peso mayor, que diría la canción, se plantaba frente a él, pensaba que sería fácil tumbarlo. Volquete esperaba el momento adecuado para hacer lo impensable. Doblarse hacia atrás y sacar al rival por encima de su cabeza. El otro solía terminar de bruces en el suelo ante el entusiasmo general. Su aparente fragilidad se convertía así en la clave de su éxito.
La mayor ventaja es que te minusvaloren.
Una ministra de España, además de vicepresidenta primera, ha afeado a una presidenta de Comunidad Autónoma (Madrid) su negociación con los rusos para la eventual compra de la vacuna Sputnik. Tal vez sea yo muy raro, pero pienso que la vicepresidenta debería haber hecho lo mismo con el presidente de Baviera. Porque cuando esta reprocha a la presidenta de Madrid, no lo hace en nombre del Gobierno de España, sino de la Unión Europea, pues está defendiendo unos acuerdos en el seno de la Unión entre presidentes nacionales.
Lejos de ello, tanto Merkel primero como Bruselas después, han avalado las actuaciones locales (Madrid incluido) encaminadas a la lucha contra el Covid, desautorizando a Calvo. Y, lo que es peor, desprestigiando al Gobierno de España que ha quedado como un ente irrelevante en el concierto internacional. Y de paso, indicando quién manda. Quién tiene opinión propia al margen de lo que diga la Comisión.
En la vicepresidenta, y en el Gobierno en general, se puede apreciar la dualidad sumisión/imposición. Sumisión a todo lo que venga de fuera, sea lo que sea y tarde lo que tarde, sin decir esta boca es mía, sin tener objeción alguna en dicha decisión. Eso sí, erigiéndote en el transmisor único, que para eso soy el Gobierno de España.
Simultáneamente, imposición a los de dentro independientemente de que tengan o no razón, bajo el lema “soy el Gobierno de España y se me cuadra usted”, agravado con el segundo lema “y encima eres mi rival político”.
Soy el Gobierno de España y por tanto has de hacerme caso, pero serás tú, pequeña Comunidad Autónoma, la responsable de la administración de la vacuna, del crecimiento de los contagios, de sanar a los enfermos, de la ruina del ciudadano… de todo. Eso sí: no pienses, no actúes, no innoves. Para eso estoy yo.
Y sólo yo.
Estos mimbres hacen imposible algo que para mí es importante, no sé para usted, cual es el proceso de construcción nacional. Este país es uno, pero se está intentando trocear a diario con responsabilidades disipadas, con argumentos ideológicos, no necesariamente lógicos, y con la desesperada búsqueda de apoyo en el exterior, en personas, partidos o países, a los que importamos bastante poco, pero que necesitamos para degradar la imagen de nuestro adversario político.
Ese “yo soy el de la ideología verdadera, y los demás son enemigos de la libertad, de lo social, de la gente, de los animales, del medio ambiente, etc.”
Se nos han inoculado el virus de la ideología, la obsesión por anular, tal vez “invisibilizar” (el palabro no existe, pero está de moda), a la otra mitad. A cualquier coste.
Y ello tiene como consecuencia que una actuación como la de Ayuso en Madrid, adelantándose a todo y a todos una vez más, sea visto por la vicepresidenta como un “mecachis, se me tenía que haber ocurrido a mí”. En lugar de verse como un “aquí todos somos uno, y estamos abiertos a más criterios. Palante Presidenta”.
Eso es lo que ocurriría en un país normal. Algo así transmitiría seguridad a la población.
Pero suena a ciencia ficción, ¿a que sí?
Cuando nos pica a nosotros, chitón todo el mundo. Sin embargo no perdemos un instante en rascamos cuando pica en Alemania, en Francia, en Reino Unido, en Estados Unidos… etcétera.
Es un proceso de deconstrucción nacional verdaderamente fascinante.
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