EL CONTRATO… ¿SOCIAL?
Decía Rousseau en su obra cosas como que “cuanto más crece el Estado, más disminuye la libertad”, o que “cuanto más numerosos son los magistrados, más débil es el gobierno”… A finales de siglo XVIII, este texto influyó tanto que aún se estudia en las escuelas de secundaria.
Así nos va, digo yo de paso…
Porque el contrato social, hoy se podría recalificar como el contrato “intergeneracional”.
Es decir, ese contrato según el cual un individuo, tras una vida de trabajo a destajo se jubila, y espera que las siguientes generaciones se acuerden de cuando el pureta le compró los pañales, lo llevaron al médico o al cole, de forma que el muchacho/muchacha se apiade de ellos y le pague una pensión, o “paguita”, como se dice ahora.
Claro, muchos de los que comenzaron a currar acabada la infausta guerra civil, ni pagaban impuestos ni carajo. Luego, los del desarrollismo, pagaban seguridad social, y con ella se pagaban las pensiones de los anteriores. Y ahora se paga renta, IVA, Seguridad Social, IBI y el sum sum corda, para cubrir pensiones contributivas, las no contributivas, las ayudas a eso, a lo otro y a lo de más allá. Hoy, la Seguridad Social tiene un déficit que se paga con impuestos. Mañana tendrá un agujero que te cagas que a ver cómo se paga cuando mi generación vaya a buscar las perras de su pensión.
Lo cierto es que las generaciones venideras, esas que hoy sacan unas notas más que discutibles en sus exámenes, y que son los que lo van a petar en el futuro, tienen una responsabilidad que les estamos endilgando un poco a lo bestia. A una educación en la que los profesores observan cómo cada vez les resulta más difícil que sus alumnos focalicen, se añade unos retos empresariales futuros, donde estos jóvenes van a tener que salir a competir con auténticos campeones de la economía.
El resultado lo vemos a diario. Sueldos de miseria, poca competitividad de las empresas y talycual.
Y estos que mandan siguen a por uvas. Tal es así que después de haber pagado las pensiones de mis padres, me veo cobrando mi pensión… con suerte, para ayudar con ella a mis hijos.
El contrato social, el intergeneracional, mejor dicho, creo yo que ha de ser aquel mediante el cual consigamos que los jóvenes salgan de los estudios a comerse el mundo, aquel consistente en que nosotros formemos capital para que los jóvenes lleven a cabo sus ideas, porque a nosotros se nos seca el “selebro” con la edad. Aquel mediante el cual confiamos en las generaciones venideras para algo más que darles una paguita y permitirles que pasen de curso con cuatro del año anterior.
Todo lo demás son cáscaras de lapas.
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