EL PLASTIQUITO
No sé si se han fijado alguna vez en el plastiquito que ponen en los retretes de los hoteles y de los apartamentos. Cuando tomamos posesión de ellos para el fin de semana, el puente o el viaje de negocios, es característico verlo como indicativo de que la limpieza se ha llevado a cabo, de que el lugar se encuentra desinfectado, de tal modo que si llega un apretón, solo hay que tirar el plastiquito a la basura y obrar según la capacidad y situación de cada uno.
Bien.
Sentado lo anterior, uno se pregunta qué ocurrirá cuando erradiquemos de Canarias al bicho. Queda más bien poco, por lo que parece. Es una cuestión perseverar con las medidas médicas y profilácticas de la población, pero… ¿después? ¿Después qué?
Verán, el PIB de Canarias se compone de lo siguiente: 35% turismo y 65% todo lo demás. Y turismo equivale a gente que viene para acá. Más de trece millones al año, lo cual es seis veces nuestra población. Dice mucho de nuestra capacidad de atraer gente, y de nuestra dependencia también. O le damos una vuelta o el agujero que se forma aquí será insustituible.
Porque si lo pensamos detenidamente, la gente siempre ha venido a Canarias por su clima, sus paisajes, comidas, infraestructuras… pero también por la seguridad personal. Eso puede cambiar con este bicho, si no ponemos remedio. La seguridad personal tiene ahora otra faceta: la seguridad sanitaria de todos y cada uno de nuestros visitantes.
Hablando ayer con una amiga empresaria del País Vasco –los empresarios vascos, al pan pan y al vino vino–, me dijo una cosa que me dejó pensando. Me dijo “Hostia, vosotros lo tenéis fácil. Todo el mundo entra por el aeropuerto, así que poniendo controles áhi (nótese el acento 🙂 asunto resuelto, joder…”.
Y tiene razón.
Es decir, ¿sería posible –pregunta para científicos, médicos y entendidos en la materia que lean esto– poner controles en los aeropuertos en el futuro para asegurarnos de que nadie que entra tiene el bicho?
Porque si así fuera, si todo el mundo supiera que en Canarias, región ultraperiférica, aislada por tanto, a la que solo se accede por avión, pone unos controles que hace que sea imposible que nadie entre aquí con el bicho, previa erradicación de este de la población local, sería como ponerle el plastiquito a las islas.
Una seguridad para quien quiera irse de vacaciones sin mascarillas, sin peligro, sin miedo. A respirar.
Las autoridades sanitarias serían las competentes en esto. Hoy estamos en sus manos, y me da la impresión de que cuando esto todo pase, también. Porque son las capacitadas para buscar el modo de poner el cartel “bicho free” en las islas. Es la única forma de agarrar el futuro por los cuernos.
Con perdón.
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