agosto 4, 2020
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Meditaciones fuera del cacharro
EL REY
Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana, andaba yo en la órbita de una empresa en apuros. “Apuros” es un término que cuando se emplea junto a la palabra “empresa” suele significar falta de perras. “Empresas” son esas cosas que crean actividad, empleo, riqueza y tal. En este caso, los apuros tuvieron ocasión porque unos empresarios se metieron en un negocio muy bonito e innovador, pero para el cual era necesario mucho más músculo financiero del que disponían, y un montón de puestos de trabajo pasaron a peligrar por haberse calibrado mal el tamaño de la actividad. Cosas de ser empresarios. La situación tenía toda la pinta de terminar en quiebra. Nadie quería la empresa. Era una papa caliente. El emérito se enteró, se puso un cortado y se sentó al teléfono. No tardó mucho en conseguir un inversor, extranjero, que compró la empresa, metió dinero, salvó los puestos de trabajo, también la actividad y de paso devolvió la inversión de los empresarios, que pasaron a realizar una nueva inversión que, esta vez sí, salió bien, y crearon con eso más empleo y más riqueza.
No es el único caso, por lo que he podido averiguar después. Con frecuencia, el Rey emérito encabezaba expediciones a extranjero, acompañado de empresarios que, bajo el paraguas de su mediación, pasaron a tener acceso a lugares que hasta entonces habían estado vedados. No es para sorprenderse. Al fin y al cabo, España era ese país que durante todo el siglo XIX y tres cuartas partes del XX daba el cante con sus guerras civiles (tres carlistas y otra la que todos sabemos), y su nula capacidad en acción exterior, que nos ha dejado fuera de todos los acuerdos internacionales de relevancia, llámese acuerdos de Bretton Woods, constitución de la CEE o Plan Marshall. Su mediación coadyuvó a ponernos de nuevo en el mapa, a ser un referente para todos los países que querían abrazar la democracia y a erigirnos como abanderados de la modernidad y el desarrollo. En los años 80, la monarquía era la institución más valorada por los españoles, incluidos los republicanos. Todo ello a pesar de que el hombre tuviera palacio de invierno, de verano, barco, esquiara y hablara de tú a tú con dirigentes de talla mundial, que lo veían como la representación de un país que había pasado de ser un paria a ser fiable. Y todo en menos de veinte años. Demasiado éxito para una misma persona, a la que no perdonaban que estuviera ahí por vía sanguínea, y por una realidad que no casaba con el pasado, tan plagado de reinados desastrosos desde que Carlos II, mal llamado “El Hechizado”, falleciera sin descendencia. Los Borbones del pasado fueron nefastos para España, en mi opinión, incluso aquéllos que tienen buena prensa, como Carlos III, que con la expulsión de los jesuitas puso las bases de las independencias americanas, en una historia tutelada por países extranjeros que tal vez pase a relatar en el futuro. Porque ahora me da como pereza.
Es verdad que Juan Carlos I se ha equivocado. No lo hizo, sin embargo, cuando Husein de Jordania le regaló una maravillosa casa en Lanzarote, La Mareta, esa en la que Zapatero pasaba sus vacaciones y ahora será Sánchez quien pase a disfrutarla. Porque según recibió el regalo de su amigo jordano (la familia real española se bautiza siempre con agua del río Jordán, un dato menor, pero curioso), él lo entregó a Patrimonio de Estado, cosa que hacía con todos los regalos que recibía. Por eso, por pertenecer a Patrimonio del Estado, es que Sánchez puede ahora ir allí de vacaciones con su familia.
Pero cuando una persona es también una institución, entiéndase por tal el Jefe del Estado y de los Ejércitos, no puede equivocarse, porque entonces es la institución la que se pone en tela de juicio. Y el emérito se ha equivocado. Un amigo mío dice que este asunto se hubiese saldado con una renta paralela de Hacienda. Y es verdad. En realidad, no habría quebranto para la Hacienda Pública si así fuese. No ha sido un caso como el de los ERE´s, donde unos cuantos se pulieron la pasta de los trabajadores que llegó en forma de subvenciones europeas, dejándonos fatal ante los europeos a los que ahora les volvemos a pedir pasta. En el caso del emérito, no se habría pulido la pasta de nadie si hubiese pagados los impuestos. Pero no lo hizo, y por tanto ahora vienen las consecuencias. También podría haber entregado el dinero a Patrimonio del Estado, pero en lugar de eso, presuntamente se lo dio a personas que manejan dinero opaco, para colocarlo en paraísos fiscales mediante testaferros, lo cual estaría muy mal. Estaría fatal.
El problema es que una trayectoria brillante, osada en algunos momentos, que tuvo como consecuencia una conciliación imposible entre españoles que ahora muchos están empeñados en destruir, y en la entrada de nuestro país en vanguardia mundial, se ve truncada por unos millones cuyo tratamiento ha sido incorrecto.
Los Rasgadores Oficiales de Vestiduras, tan numerosos en un país con paro, pobreza y futuro incierto, están frotándose las manos, porque no hay nada más bonito para ellos que ver cómo alguien que ha vivido tan bien, haciendo lo que le da la gana y encima quedando bien, ahora queda mal. Y decide marcharse de España.
Parece mentira que, con la veteranía que tiene el emérito, no se haya dado cuenta de que en España, el éxito ajeno es algo imperdonable. Aunque nos beneficiemos todos. Si además de eso no paga sus impuestos, no lo van a tratar como el que paga a su asistente personal con dinero negro, porque la vara de medir es diferente. Ni como el que tiene un contrato fraudulento con la universidad, porque la vara de medir es diferente. No lo van a tratar como el que miente en televisión, diciendo cosas que no son, porque la vara de medir, es diferente. No lo van a tratar como el que obtiene votos diciendo que hay que vivir en un piso y luego se va a un chalet con cincuenta guardias civiles por fuera, porque la vara de medir es diferente. Pero al final, todo eso, el chalet, el contrato, la asistenta, las mentiras y demás, se paga con dinero público. Con nuestro dinero. Igual que el IBI de La Mareta. Porque todos estos viven del Estado, no lo olvidemos. Y el Estado somos todos, tampoco lo olvidemos.
El hombre tiene ahora su asunto con la justicia. Pues que la justicia hable.
Pero lo que deja atrás, al margen de lo que le ocurra en el futuro, es una tierra gobernada por gente que dice una cosa y hace otra, que es incapaz de hablar con quien no le da la razón y que son absolutamente irrelevantes en el concierto mundial. Entiéndase por tal los países en los que existe clase media y progreso, no los países autoritarios, claro.
Y una cosa les digo: en el mundo están pasando muchas cosas que nos afectan y nos afectarán. Y no nos estamos ni enterando.
Total, para qué. Estamos entretenidos en meter la república y en castigar a quien ha triunfado durante toda su vida. Con eso nos basta hasta el próximo escándalo.
Mientras, seguimos con los presupuestos de Montoro, aprobados hace casi tres años. Eso sí, dando lecciones a diestro y siniestro.
Qué siniestro…
Marta delgado feliciano
agosto 6, 2020 at 10:18 amQue bien hilado y que acertado tú comentario ??????
estanislao felix quemada martin
agosto 5, 2020 at 3:04 pmAl final de este tortuoso camino que comenzamos con este desgobierno, habrá sangre, sudor y lágrimas, ojalá me equivoque.
Ainhoa Portero
agosto 4, 2020 at 3:33 pmTotalmente acertado!