EMOSIDO ENGAÑADOS
Ahora que los sentidos sienten sin miedo.
Ahora que me despido, pero me quedo.
Ahora que tocan los ojos, que miran las bocas,
que gritan los dedos…
(Joaquín Sabina)
5 de noviembre de 1956. Fuerzas paracaidistas británicas y francesas tomaban Port Said, haciéndose con el control del Canal de Suez. De este modo castigaban a Nasser por atreverse a nacionalizarlo, decisión que el militar golpista, luego convertido el presidente de la república casi por aclamación, adoptó cuando Estados Unidos le quitó la financiación de la presa de Asuán. Egipto no quería estar en ninguno de los bloques, ni el soviético ni el americano. Pues te quito la pasta y a ver qué pasa.
Lo que pasó fue que británicos y franceses, con la inestimable colaboración de los israelíes que daban leña por el otro lado, tomaron un canal cuyo control era crucial antes de la invención de los superpetroleros.
Eisenhower meneó la cabeza cuando vio a los primos británicos fajados al tormazo en el desierto, así que decidió darles un correctivo. Claro, pero a un pariente no vas a tirarles bombas. Así que le quitas lo más que les gusta: el dinero. Misma receta que a los egipcios, pero en este caso de un modo más sutil. Ike se puso a vender libras a mansalva, inundó el mercado y, claro, la divisa se desplomó. Reino Unido tuvo que abandonar la guerra.
Y ya está.
En realidad la receta es sencilla. Casi burda. Si quieres controlar a alguien, quítale la pasta. Algo que se puede hacer de muchas formas. Depreciando la divisa del país, como a los británicos, quitando la paga al individuo, como en el de la presa de Asuán. O endeudando a la víctima. ¿Les suena?
Este caso ya lo he contado, pero lo repito. En 1822, San Martín había echado a España de Perú, donde estaba el oro y eso. Ya tenía el oro del Perú, ese que por lo visto nos llevamos a casa y que hoy sigue existiendo. ¿Cómo controlas a un país así?
Préstale dinero.
750.000 libras para empezar, de las cuales llegaron a Perú unas 200.000. Lo demás… imaginen por dónde se quedó. Las naciones americanas nacieron endeudadas, porque eso sucedió en otros lugares y muchas veces. El control de un territorio que era y es rico se había hecho efectivo. Todavía hoy no han levantado cabeza. Mientras, echan la culpa a España, claro. Cómo no. Y nosotros por aquí, ocupados en otras cosas, otras leyes, otras disquisiciones. No estamos como para bajar al barro de lo prosaico.
Esta herramienta sigue funcionando hoy. La bajada salvaje de intereses a principios de milenio supuso el endeudamiento descontrolado de unos y otros. Hoy, lo que discutimos es si los fondos europeos, esos que nos van a salvar los presupuestos, han de tener más o menos control parlamentario. Que el endeudamiento es necesario ya nadie lo pone en duda.
El desmantelamiento de las fuentes de riqueza ha sido un elemento necesario para ello. Julio Anguita solía recomendar la lectura del Informe Petras, elaborado por James Petras, colaborador de Noah Chomsky, gurú de la izquierda mundial. En dicho informe se explica cómo allá por los años ochenta, se hizo lo siguiente. Cito textualmente:
“A la estrategia de liberalización la acompañó (siendo causa tanto como consecuencia) la creciente inserción de España en la división internacional del trabajo, en particular como miembro a todos los efectos de la CE. La integración implicaba fundamentalmente especialización, desde el momento que España sólo era capaz de competir con éxito en un número limitado de áreas. En particular, la inserción de España en la división europea del trabajo tuvo por resultado la expansión de los servicios, especialmente del turismo, y un declive relativo de la industria.”
Interesante. Luego resulta que vienen a España marcas extranjeras a fabricar coches y somos más productivos que los coreanos.
Esto es algo habitual. A los ejemplos conocidos de inventos del pasado (v.gr. La anestesia epidural, inventada por un tipo de Huesca, el submarino de Monturiol, la calculadora o el teleférico de Torres Quevedo, el traje de astronauta de Herrera Linares, el Talgo de Goicoechea y Oriol o la jeringuilla desechable de Jalón), que en cierto modo cambiaron el mundo, vemos cómo hoy no nos quedamos atrás. No en vano, la vacuna española de la Covid tiene más efectividad que ninguna de las aprobadas oficialmente. Pero claro, los investigadores que están en ella han pasado de los 65, y sus ayudantes sobreviven con becas y contratos precarios. Condiciones inaceptables para un país que quiere invertir en I+D+i en condiciones de competir en el mercado mundial.
El cuento de la división internacional del trabajo nos ubicó como país de servicios por obra y gracia de vaya usted a saber quién. Hoy si no hay turistas, como afirmaba también Anguita, no hay futuro, siendo como somos bastante buenos inventando y construyendo cosas. No tanto vendiéndolas. El resultado está en las estadísticas. En 1974 la tasa de paro en España se situaba en el 3,2%. En 1988 ya estaba en el 19,8%. Ahí seguimos.
Mientras nosotros desmantelábamos nuestro tejido productivo, el mundo ha seguido dando vueltas y los países han seguido explotando sus ventajas competitivas. Todo ha cambiado, pero algunos han encontrado un filón en aquello por lo que he comenzado este escrito. Las finanzas.
Si en 1970 la masa monetaria del planeta era aproximadamente el 60% del Producto Interior Bruto, hoy está por encima del 130%. Es decir, no importa cuánto se produzca en el planeta, el dinero que se fabrica sube más que proporcionalmente. Paralelamente, la concentración de capitales entre pocas personas ha aumentado sin parar desde ese mismo 1970. Pero eso ya lo sabían.
Es reseñable que, en relación con las independencias americanas, ha habido un hecho que siempre suele pasar desapercibido. Cada país que surge pasa a emitir su propia moneda. Es decir, veintipico monedas nuevas donde antes estaba el real de a 8, que llegó a ser vehicular en el planeta (base del dólar y del yuan, entre otros) y daba estabilidad financiera a sus usuarios. No en vano, era la única aceptada en China, por no hablar de que la isla de Singapur en su día se adquirió con esta divisa. Algunos economistas han calculado que la independencia de Perú mencionada, por la desaparición del real de a 8 y por los endeudamientos adquiridos, ha supuesto que su economía pasara a valer 1/15 de lo que valía un par de años antes. No está mal para el que fue uno de los lugares más ricos del planeta.
La evolución de la industria financiera moderna (industria y financiera son dos términos que nunca deberían aparecer juntos, en mi opinión) ha tenido gran parte de la culpa. Para unos ha sido la panacea (casi el 25% del PIB de Reino Unido se genera en la City londinense). Para otros… bueno, otros no nos hemos enterado y hemos decidido desmantelar la productividad nacional por una supuesta división internacional del trabajo, tal y como nos han indicado.
Ante esta situación, se pregunta Petras en su informe que dónde están los progresistas. La respuesta (repito, este informe fue recomendado por Julio Anguita de forma repetida) se copia textualmente:
“¿Dónde están los progresistas? Están activos, pero lo que les interesa es el dos por ciento de “marginales”: los gitanos, los drogodependientes, las prostitutas, los inmigrantes; el acoso sexual, el racismo… cualquier cosa menos el destino de tres millones de españoles desempleados”.
Eso lo escribió en 1996. Tal cual.
Decía Félix de Azúa, académico de la RAE, que España no es un país civilizado, sino domesticado. Que la corrección política es el fascismo contemporáneo, y que todos nos autocensuramos porque sabemos que decir cosas que sabemos ciertas, nos pueden traer problemas.
Yo me atrevo a decir que los desempleados van hoy por cinco millones, y que nadie parece ocuparse de ellos. Mucho menos del motivo por el cual están desempleados.
La solución propuesta pasa por un Estado que ocupe el lugar de nuestra perdida capacidad productiva, subvencionando la inactividad. Por ejemplo, como ocurrió ayer, gastándose millones en comprar pisos a fondos buitre, que han hecho su fortuna gracias al endeudamiento salvaje antedicho. Esos cogen la pasta y vuelan a otro lado, y nosotros vemos cómo el dinero de los impuestos va a estos fondos para que luego el Estado tenga pisos para repartir. Por no hablar de que se abre una puerta, la de las expropiaciones, que sabemos cómo empieza pero no cómo acabará.
Recuperar nuestras alianzas, nuestra industria, nuestras finanzas, y nuestra capacidad para inventar cosas para después construirlas y venderlas es algo un tanto cansado. Y largo. Pero se me antoja esencial. Sin esto, me temo, seguiremos mirando al BCE a ver cuándo nos manda perras para hoy.
Y hambre para mañana.
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