LA LECHE
España ha dejado de ser una democracia plena. O al menos es lo que estima el Democracy Index que cada año publica The Economist desde 2006.
¿Los motivos?
Pues varios: no haber renovado el CGPJ, la fragmentación parlamentaria, los escándalos políticos de diversa índole, de los que no escapa la corrupción, y la pérdida de independencia en materia de gobernanza que ha supuesto el proceso secesionista de Cataluña.
El primero es el que más incidencia ha tenido, pues la renovación de la cúpula dirigente del Poder Judicial golpea directamente en la línea de flotación de cualquier democracia que se precie, cual es la independencia del tercer poder del Estado.
Porque, a ver, los tres poderes del Estado, legislativo, ejecutivo y judicial, han de conservar las atribuciones que cada uno de ellos tiene encomendadas, a saber, legislar, aplicar la legislación mediante un programa de gobierno e impartir justicia en caso de discrepancia.
Claro, difícilmente se puede impartir justicia de forma independiente cuando es el Parlamento el que nombra a la cúpula dirigente de los jueces… como siempre ha ocurrido hasta hoy. Hasta hoy, los dos partidos mayoritarios, PSOE y PP, han sido los que se han puesto de acuerdo para los nombramientos, pues se precisa una mayoría cualificada del Parlamento para ello, pero eso se ha roto en esta legislatura.
Las acusaciones han ido en ambos sentidos. El PSOE afirma que el PP no ha querido renovar al CGPJ por cabezotas, y el PP sostiene que son los jueces quienes han de escoger a sus dirigentes, y que el Parlamento debe quedar fuera de dicha decisión.
Lo cierto es que eso no lo decía el PP cuando tenía mayoría absoluta. Llamaba al PSOE y llegaban a un acuerdo de reparto, donde siempre ha habido consenso. Ya no.
Para defender su postura, el PP alega que las cosas han cambiado en Europa, que ahora exige que sean los jueces los que escojan a sus dirigentes.
En este sentido, el GRECO (Grupo de Estados contra la Corrupción), que es un organismo del Consejo de Europa, insiste en que España ha de reformar el sistema de elección de los miembros del CGPJ a tal fin. En esto han sido taxativos.
A ello se aferra el PP para negarse a un acuerdo con el PSOE, y éste quiere que las cosas sigan como hasta ahora, porque, no nos engañemos, el que tiene un poder, el que sea, se aferra a él. Y el PSOE no está por ceder el nombramiento de los miembros del CGPJ a los jueces.
Resultado: The Economist nos manda a la segunda división de las democracias del mundo.
La inoperancia de la comunicación entre los dos grandes partidos de España ha causado numerosos enfrentamientos dialécticos, de criterio y de orientación, y los desencuentros se cuentan por decenas. Pero la democracia no pertenece a un partido. Ni a dos. La democracia es la expresión de la voluntad popular a través de las urnas, sí, pero también consiste en el nombramiento de un árbitro que modere entre las partes e imparta justicia. La justicia que emana del pueblo, pues no es más que la aplicación de las leyes que salen de sus representantes. Eso no lo escoge el ciudadano, sino el Parlamento. Y ahora Europa quiere que sean los jueces los que lo hagan.
Parece razonable.
Mientras tanto, observamos cómo apenas una veintena de países conservan sus puestos de privilegio en lo más granado de la escala, entre ellos dos países latinos como son Uruguay o Costa Rica.
Pero no nos asustemos demasiado: hay otros países perfectamente respetables que no están en dicho selecto grupo. Japón, Francia, Estados Unidos, Italia o Bélgica también militan en la segunda división año tras año, y parece imposible su ascenso a primera.
Pero España ha sufrido numerosos cambios en su vida pública en los últimos diez años, y de vez en cuando conviene pararse un poco, observar y preguntarse cosas.
No deja de ser curioso que cuando han entrado en liza los defensores del “Democracia Real Ya”, hayamos perdido el tren de dicha democracia, que disfrutábamos hasta el año pasado.
Una de dos:
O la democracia real no es tan real como debe ser la democracia…
o los del Democracy Index no son realmente rigurosos a la hora de formular su lista.
¿Cuál es la realidad?
Tal vez proceda acudir a la coplilla popular:
“Algunos parroquianos
la quieren merengada,
hay otros que prefieren
que sea con café,
hay otros que les gusta
que sea condensada.
Y usted que tanto mira…
¿qué leche quiere usted?”
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