MAESTRO Y ALUMNO
–Soneto –, dijo el maestro.
–Y un mulato pa mí, tal…
–Céntrate un poco, chaval,
y no me seas cabestro
(léase como animal).
–Es que el mulato es mejor
porque tiene chocolate.
–Tal vez tu poca elegancia
sea lo que más me abate,
(aunque quizá sea peor
la comisión del dislate.
Entiéndase disparate,
si hay dudas por lo anterior)
Pues Soneto son los versos
que reinan en el Parnaso.
Hete aquí que no son prosa.
Si quieres que te hagan caso
has de encadenar cuartetos
para cerrar con tercetos
en diciendo cualquier cosa.
–Oiga que yo le respeto
su mente maravillosa.
Pero por muy luminosa
y preclara que esta sea
yo no me pido un soneto,
que es mi elección el mulato
da igual cómo usted lo vea.
–Mejor vas a La Matanza
y te mandas medio pollo,
a ver si sales del hoyo
rellenando buche y panza.
–Pues no es mala esa pitanza.
Y ahora me veo ante el reto
de encadenar versos prietos
para formar el corneto
que enseña usté en su enseñanza.
–Pierdo yo ya la esperanza
de formarte en las alturas.
Vericuetos y estrechuras
que me invaden sin tardanza
–No se ofusque o desaliente
que entiendo la diferencia
entre mantecado y ciencia
literaria suficiente.
Probaba yo su cintura
en la discusión absurda
y observo que cualquier curva
lo deja cual rapadura.
–Sorprendídome has, rapaz.
Venga otro litro de vino,
que recupere mi tino
tras ver de qué eres capaz
–Así se habla, maestro
–Gracias, alumno mordaz,
que tu mente es más voraz
y tu reflejo más diestro.
–El mérito es todo vuestro:
Yo soy sólo un lenguaraz.
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