MULTI-VERSOS ASONANTES
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
Y los sueños, sueños son.
La vida es sueño
(Pedro Calderón de la Barca)
Toma cada día consistencia la idea de que estamos inmersos en una simulación. Corrijo, que “somos” una simulación. Y con “somos” me refiero a todo el universo conocido y también aquél por conocer. A esta corriente de opinión se han sumado notables mentes pensantes y obrantes, como Elon Musk, sin ir más lejos.
Siempre me ha llamado la atención la teoría del “Big bang”, esa que sostiene (y demuestra) que todo se crea desde la explosión inicial de un punto infinitesimal que se expande y crea un universo del cual apenas conocemos el cuatro por ciento. Porque lo demás es materia oscura, o energía oscura. Entiéndase que lo consideramos oscuro simplemente porque lo es para nuestra comprensión.
En nuestra ensoñación, o simulación, estamos convencidos de que somos la última coca cola del desierto, la inteligencia máxima del universo, capaces de crear aviones, el reguetón o el dry Martini. Sofisticados seres que tenemos conciencia de grupo, de clase, que hemos desarrollado conceptos como la democracia, la igualdad, la fraternidad o la solidaridad. También otros como la egolatría, el egoísmo, la avaricia o la traición.
Nos debatimos entre lo bueno y lo malo, entre lo recto y lo torcido, entre lo social y lo particular, intentando crear aquellas condiciones necesarias para que la vida en la tierra sea lo más amigable posible a base de construir edificios, inventar el envite o elaborar un vino decente.
Pero tal vez seamos simplemente el resultado de la mente de algún estudiante universitario de otro mundo, que ha creado este universo como trabajo de fin de curso. O como TFG, que se dice ahora. Es posible que, en el momento de la evaluación, su profe le diga que ya podría haber puesto al Tenerife en primera, Casa Tomás en Michigan o el arrastre de ganado en Australia, por aquello de compensar un poco las buenas costumbres. Pero al final el estudiante aprobará y el proyecto en cuestión, es decir, nuestro universo, será archivado en algún estante de la facultad del muchacho, condenándose al olvido, al polvo de los tiempos y al ostracismo.
Mientras ello ocurre, nosotros nos entretenemos creando universos domésticos, que llaman la atención del aspirante a licenciado por el atrevimiento de que su invento virtual se atreva a crear una realidad paralela. Inicialmente dirá aquello de “ya el conejo me enriscó la perra”, pero luego se sorprenderá cuando vendamos parcelas en dicho mundo virtual, o cuando consagremos el valor de determinados activos digitales asignándoles un NFT que algún día adelantará al oro. Valiente atrevimiento, ni que fuéramos Dios.
Sea como sea, desearía que el profe de este estudiante que nos ha creado espere lo suficiente como para ver el modo en que nos mezclamos con esa realidad virtual en la que no se muere, en la que todo tiene el aspecto que deseamos, y que superará con creces la realidad creada por él. En una nueva realidad que nosotros fabricaremos para orgullo del estudiante, que la tratará como el abuelo a su nieto.
No dudo de que el profesor considerará el mérito del estudiante por crear una realidad virtual, es decir, a nosotros, que pronto seremos capaces de mostrarnos tan creativos como nuestro creador, iniciando una senda cuyo final de momento no se percibe.
Vamos a esmerarnos, que nuestro estudiante favorito merece una matrícula.
Después ya veremos qué coño hacemos con los chuletones almacenados y el vino coleccionado. Yo propongo invitarlo.
Qué menos…
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