ORO

“Quien controla el pasado, controla el presente.
Quien controla el presente, controla el futuro”
George Orwell
1984
 
En 1822, el general José de San Martín necesitaba dinero para sufragar su exitosa guerra, que supuso para España la pérdida de Argentina, Chile, Bolivia y Perú. Perú era hasta entonces la clave del poder español en América, sobre todo por el oro que por lo visto robamos allá.
Como el hombre se gastó unas perras en el empeño, terminado el fregado envía San Martín dos embajadores plenipotenciarios a Inglaterra a negociar un préstamo con los que atender los numerosos pagos pendientes. Sus nombres: Juan García del Río y James Paroissien. Sin ánimo de ser demasiado técnico, baste decir a modo de ejemplo que el empréstito tenía de nominal 616.000 libras esterlinas, de los cuales llegaron a Perú 200.385. El resto se quedó por el camino. Casi mejor les ahorro detalles.
La pregunta que llega a mi mente es la siguiente: si ya los sublevados tenían Perú, de donde teóricamente los españoles nos estábamos llevando el oro para hacernos ricos, ¿por qué pedir dinero a la banca inglesa? ¿Por qué no, simplemente, sacar el oro y ya está?
Esa misma pregunta fue formulada por un diputado a Rivadavia, primer Jefe de Estado de las Provincias Unidas del Río de la Plata, dos años más tarde. Ante la propuesta de su jefe de solicitar un millón de libras esterlinas para la realización de determinadas obras, el debate que continuó fue así:
–¿Cómo vamos a devolver un millón de libras esterlinas?
–Con las rentas de las aduanas, que son trescientas mil libras esterlinas por año.
–Pues entonces, esperamos tres años y luego acometemos las obras.
El argumento surgió como de la nada.
–Si entra un millón de libras esterlinas, se reactiva toda la economía.
El pedido se aprobó, claro.
Las naciones que surgieron de la derrota española en América nacieron endeudadas, parece que nadie sabe muy bien por qué. Y puede que en estos párrafos haya alguna explicación ilustrativa al respecto. Lo cierto es que, según explica Eric Toussaint en su obra “¿Suspensión de pagos o anulación? Una deuda odiosa”, desde que la mayoría de los países de América del Sur obtienen la independencia, hay varias crisis de deuda. Entre 1826 y 1850, en 1876, desde 1931 hasta finales de los años 40, en 1982 y desde ese año hasta 2002, México, Bolivia, Perú, Ecuador, Brasil y Argentina dejan de pagar sus obligaciones durante meses, con la consiguiente recarga de intereses correspondientes.
Leo, un tanto asombrado, cómo algunos achacan a España el robo del oro del Perú como la base de nuestra riqueza… y de su pobreza. En realidad, Perú es hoy, aún hoy, tras doscientos años de la marcha de España, el sexto productor de oro del mundo. El primero de América.
Y claro, intentas entender las cosas. Y las entiendes, cuando comprendes que sistemáticamente perdemos todos los debates por incomparecencia.
¿Es que no hay nadie con dos dedos de frente –léase con algo de conocimientos de historia– que dé un paso al frente, valga la redundancia, para decir que eso no es así?
Piensen una cosa. España llega a América en 1492 y nos echan en el siglo XIX a patadas. Tres siglos. Estados Unidos lidera el mundo desde 1944, fecha de los acuerdos de Bretton Woods, y ya China le está soltando el aliento en el cogote. Y no ha pasado un siglo. España estuvo tres allá.
Es que no fue el oro.
Fueron muchas cosas, pero posiblemente la más relevante fue la estabilidad financiera la que dio a España –y no sólo a España– su riqueza, junto con las infraestructuras de todo tipo. Tres siglos de dominio planetario, en los que un fabricante de botas en Argentina no tenía problemas para vender su producto en, no sé, digamos Filipinas. En que China no aceptaba otra moneda que el peso de plata español, el famoso real de a ocho, base del dólar, por cierto (las dos barritas que cruzan el dólar son las columnas de Hércules, que estaban según Platón por allá de Cádiz), así como del Yuan chino, el Yen japonés o el Dólar canadiense. Todas con sus barritas correspondientes. En las trece colonias británicas de Norteamérica circulaba bajo en nombre de Spanish Thaller, luego daller, luego dólar. De ahí el nombre. Moneda con la que, por poner otro ejemplo, sirvió para comprar la isla de Singapur. En Estados Unidos fue moneda de curso legal hasta 1857.
¿De quién fue la idea de crearlo? Pues de los Reyes Católicos, fíjate tú, mediante la pragmática de Medina del Campo de 1497.
Y se acuñaba mayormente en Potosí, desde donde comenzó a expandirse la moneda por todo el mundo, con el descubrimiento de sus minas de plata. Por eso, en América si tienes dinero, tienes plata.
Esa plata dio plata a América. Pero también a los chinos, holandeses, norteamericanos, japoneses… A todo el planeta.
También a España, claro. No, el bobo.
Es que, si quitamos alguna roncha del pasado, a lo mejor nos encontramos mejor con el presente. Y tal vez de ese modo podamos ganar un futuro.
Un día esparcimos riqueza por todo el planeta. Hoy parece que no somos más que una subvención de la Unión Europea para cerrar los presupuestos de un año.
Pero como pueblo, tengo la impresión de que somos más de lo que nos cuentan todos los días.
O, tal vez sea mejor decir que tenemos la posibilidad de serlo.
Que no te cuenten historias.
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