PENSAR
Decía Felipe González en la entrevista que le hizo el diario El Confidencial que el líder político debería hacerse cargo del estado de ánimo de la gente. Y en caso contrario, resulta imposible cambiarlo.
La clarividencia de este veterano animal político me sigue asombrando, pues no parece pasar por él ningún desgaste personal digno de consideración, ni siquiera tomando en cuenta algo tan inevitable como es la edad.
Según sus propias palabras, los líderes políticos no han desaparecido, pero sí han sido sustituidos por caudillos populistas.
Hoy hablaba con un estudiante que termina su máster que lo habilita para ser profesor, y me explicaba que está progresando adecuadamente en la tarea de convertirse en un burócrata. La burocracia parece estar comiendo terreno a la creación, a la competitividad, a la imaginación y a la frescura de ideas, que es precisamente lo que hace que un país salga adelante. En lugar de ello, nos plegamos mansamente a los preceptos de una dictadura adormecedora que basa su actuación en la proliferación de normas que no nos dejan tiempo para pensar. Si el impreso está correctamente relleno, todo bien, aunque el propósito del impreso sea un disparate.
Me llama esto la atención, y lo pongo en relación con la polémica generada hace no mucho tiempo por la decisión de Felipe (el rey, en este caso) y Leticia de enviar a su hija, la futura reina, a formarse a un colegio de Gales. En dicho colegio el sistema de aprendizaje difiere notablemente de aquello a lo que estamos acostumbrados. Y de enseñar materias sé un poco. Uno se ve obligado a explicar una lección. Pero en ese colegio donde va la futura reina, pues casi no. Te dan un libro y has de leerlo, y luego te hacen preguntas. Si en el camino te salen dudas, alguien estará ahí para orientarte, pero has de aprender a pensar por ti mismo. No aprender a pensar como el profesor. A ser posible, nunca como el profesor, porque de lo que se trata es de dar valor añadido a la materia que sea mediante aportaciones propias.
Qué diferente, ¿no?
Al final tendremos una reina que sabrá pensar por sí misma. Qué peligro.
Hoy compramos pensamientos. Vas a la tienda y ves un montón de paquetes de pensamientos perfectamente envueltos. Compro el de Ciudadanos. O el del Spanish Revolution. O el de los Comunes. O el de la revolución marxista. Si compras un paquete, las instrucciones que acompañan establecen que has de oponerte a los demás paquetes. Es cierto que te indican cuáles son aquellos paquetes de algún modo compatibles contigo. Pero no se te ocurra estar de acuerdo con uno declarado incompatible.
De tal modo, compramos las ideas ya prestablecidas, envueltas y con un lacito de celofán, que tiene otros paquetes en su entorno aceptable y luego un foso infranqueable, fuera del cual están los enemigos. Y pasa a ser nuestro pensamiento, que asumimos como propio. Porque eso de pensar es peligroso.
Pero se me antoja que lo verdaderamente peligroso es la dieta de pensamiento, porque lleva a lo que Carlos Alsina definía como autocensura. (Carlos Alsina, Carlos Herrera, Carlos Carnicero, Carlos Mendo, Carlos Llamas… algo tiene el nombre Carlos con la comunicación por radio que alguien debería estudiar algún día).
Sea como sea, no se te ocurrirá meterte en jardines ajenos, fuera de tu área de pensamiento adquirido, porque no estás facultado para dar la razón a nadie no autorizado, ni tampoco puedes aportar nada propio. Porque eso de pensar está mal visto.
Hasta las disensiones están tasadas. De tal forma está bien visto que la ministra de sanidad diga que no se puede ir a las manifestaciones del 8M, pero se acepta una lógica disensión con la de asuntos sociales, o similar, que dice lo contrario. Claro, cada una tiene su postura y es todo muy respetable. No ha lugar para nada más. O estás con una ministra o estás con la otra. Se ocupa todo el espacio, se evita que los demás piensen, y sobre todo se diluye la lógica. Y la lógica me hace preguntarme: ¿Disensión? Los negocios están arruinándose porque sólo dejas un 50% de aforo, has decretado un toque de queda, no se puede ir al fútbol, ni siquiera dejando cuatro o cinco asientos vacíos… pero se prohíben manifestaciones del 8M de más de 500 personas.
Vaya manipulación.
Porque esa prohibición lleva aparejado que se permiten las de menos de 500 personas, ¿no?
No es lo mismo.
El modo de enviar el mensaje es importante, imprescindible para que los que no pensamos lo aceptemos. Y no pensamos porque, en la práctica, lo tenemos prohibido. O peor, nos lo autocensuramos, así que todo controlado. “Prohibido” sale antes de la expresión “más de quinientos”, y listo. Estoy prohibiendo. Lo que está permitido pasa a ser obviado.
Son tantos las noticias, tantos los disparates, tantos los despistes que a uno se le hace un callo y ya no hacen efecto.
Cada vez que entramos en las redes observamos cómo la mitad de la gente pone cosas para hacer calentar a la otra mitad, y damos al scroll para ver si sale algo diferente.
Pero en realidad las redes son artilugios para atrapar moscas, para peces o, en el caso de Spiderman, delincuentes.
Son para atrapar.
Y usted está leyendo esto es una red.
Salga de aquí, mándese un whisky, eche un polvo, lea un libro, juegue a cualquier cosa y mañana seguimos.
Que hablando solo me tienen…
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