PRESIDENTES

Me comentaban anoche en una cena que Pedro Sánchez ha tenido una legislatura complicada, más que ningún otro presidente, y que eso es algo que deberíamos considerar a la hora de realizar cualquier análisis.

Ello me ha impulsado a pararme un minuto a pensar en sus antecesores en democracia. Obviando a Suárez, que tuvo que pilotar un proceso tremendamente complejo para implantar la democracia de que ahora disfrutamos, recuerdo que en 1982, cuando ganó González, no había pasado sino apenas año y medio desde que los militares intentaran un golpe de Estado, el famoso 23-F, que fue en 1981. En esas condiciones entró en el gobierno el dirigente socialista, en un tiempo en que todos los capitanes generales de España habían hecho la guerra con Franco. No es que fueran sus simpatizantes, es que directamente habían hecho la guerra civil juntos. Mal augurio para unos jóvenes que pretendían traer el progreso a España, y que lo trajeron, a pesar de las circunstancias. Eso hoy es fácil de comentar, porque es agua pasada, pero había que estar ahí. Entre otras cosas, cambió la política de Estado en materia de defensa, y decidió que la OTAN era una buena idea en el país del NO a la OTAN. Pero en lugar de meternos en la Alianza Atlántica por su cuenta, consideró que el asunto era de importancia suficiente como para preguntarnos qué queríamos nosotros. Se llevó a cabo un referéndum, y hoy estamos en la OTAN porque los españoles así lo han querido. No porque el presidente considerase que era una buena idea y ya está. Por el camino, el ejército cambió, y hoy es una de las instituciones más valoradas de España.

Luego llegó Aznar, tan criticado y denostado en estos días, pero tal vez sea conveniente recordar que, en 1996, cuando entró en el poder, España no cumplía ninguno de los requerimientos para entrar en el euro. El tratado de Maastritch era taxativo al respecto, y en tiempo récord se logró que cumpliéramos todos y cada uno de ellos. Hoy no puedo evitar fabular acerca de lo que hubiese supuesto para España el no haberlo logrado. Durante la reciente pandemia, la deuda de España se ha visto incrementada en unos 160.000 millones de euros, y adivinen quién la ha suscrito íntegramente: El Banco Central Europeo. Si no hubiésemos estado en el euro, ¿habría sido posible tal endeudamiento? ¿A qué coste?

Por su parte Zapatero dilapidó una situación de las finanzas públicas inmejorable, para terminar, obligado tras una llamada de Obama, realizando recortes de los que hoy nadie se acuerda. La prima de riesgo nos obligaba a pagar los intereses de la deuda pública a más del 7%, hubo que recortar pensiones, sueldos de funcionarios, etc. etc. Estábamos en recesión, con el paro desbocado (casi 6 millones de personas) y a punto de ser rescatados.

En dicha situación entró Rajoy, que realizó recortes y subidas de impuestos de las que hoy todo el mundo se queja. Tal vez fuera bueno razonar que, si nos hubieran rescatado, se habrían perdido puestos de empleo público en número que no soy capaz de estimar, además de que nuestras finanzas hubiesen estado intervenidas. Aguantamos y se salvó la situación de un modo a mi juicio brillante. Bien por él, y bien por todos nosotros.

Pedro Sánchez entró en el poder acogiéndose a una frase de un juez que luego se demostró incierta. Una moción de censura lo llevó al poder, y creó un Consejo de Ministros elefantiásico y, en gran medida, diseñado para acallar las ambiciones de varias personas, partidos y sensibilidades. Durante su mandato, a pesar de haber tratado problemas de Estado como si fueran asuntos de trámite, no ha contado con lo que votaron la mitad de los españoles. Por supuesto, tampoco ha contado con los españoles en general, como hizo González en su día con el referéndum de la OTAN.

Sí, ha habido una pandemia… bajo el paraguas de la financiación del BCE, por supuesto. Sánchez centralizó la gestión en el gobierno central, para luego, cuando se complicó la cosa, verter la responsabilidad en las autonomías.

Sí, ha habido un volcán en La Palma. Y sí, hay guerra en Europa de nuevo.

Gestionar eso es lo que supone ser presidente.

Si no estaba interesado en resolver problemas, como diría el mago, “no ber ido…”

 

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