CATALUÑA: Saber ganar. Saber perder…
Corría el verano de 2006 cuando se estrenaba en España la película “El capitán Alatriste”, basada en la saga de novelas de Arturo Pérez-Reverte. Durante su promoción, se celebró una entrevista con el autor de las novelas y con el actor que encarnaba a Alatriste, Viggo Mortensen.
–¿Qué es para ti ser español? –preguntó el periodista a Mortensen.
–Ser español es saber perder –contestó el actor sin dudar.
Arturo Pérez-Reverte, presente en la entrevista, lo miró sorprendido y se mostró conforme con la definición.
Diría que nací en un país que, más que perdedor, tiene un fondo de armario de vocación perdedora. Seguramente fruto de sus múltiples complejos, derivados de una pesada (e injusta) losa denominada “pasado” sobre sus espaldas, que nos fuerza a buscar la aprobación de los denominados “países del entorno” para la autoafirmación. Como si Francia, Italia, Holanda, Alemania, Reino Unido o Bélgica fueran más demócratas que España. Como si estos países (y algunos otros) no tuvieran asimismo pasados coloniales, esclavistas, xenófobos o explotadores como, por otra parte, tienen todos los países que han significado algo en el pasado. España es hoy, pese a quien le pese, una de las pocas democracias plenas del planeta.
Más allá de obviedades jurídicas, lo que se ha venido en denominar “el relato” es patrimonio de los secesionistas. No hay semana que amigos de Bruselas, Londres, Edimburgo o Milán, no me expliquen cómo algún separatista ha pasado por allí dando una lección de historia aparentemente impecable mientras, por el contrario, la respuesta española se ha limitado a la nada, cuando no a algún ministro balbuceante que trata de explicarse en un pésimo inglés.
España no tiene que dar explicaciones. Pero a veces da la impresión de que la existencia misma de nuestro país se pone en entredicho por sus detractores y por muchas personas de bien hartas de follones. “¿Por qué no permiten un referéndum?” se pregunta mucha gente. Pues porque para que exista un referéndum de secesión, la Constitución ha de cambiar; y para ello ha de haber un referéndum previo donde opinemos todos.
Existe, por tanto, una vía legal para la secesión de Cataluña, y ahí es donde el relato les falla. Esa realidad no interesa a los secesionistas, porque cabe la posibilidad de que pierdan. Cosas de la democracia. Y ellos no quieren perder porque son unos totalitarios.
Por si acaso, las huestes separatistas se han armado con los apoyos que han encontrado, entre ellos el del mencionado Viggo Mortensen, que se ha incorporado a Omnium Cultural. Junto a él, cinco premios Nobel han pedido que se estudie la posibilidad de establecer un referéndum en Cataluña para la secesión. Algo loable, pero tal vez fuera ocasión para que alguien que sepa más que yo les de unas nociones básicas de Derecho.
En su papel de Aragorn, Mortensen pudo acabar con el terrible Sauron, el perverso Saruman, con todos los orcos, los trolls, con los anillos de poder y con toda la maldad que provenía del este. En su papel de Alatriste, no pudo defender el Imperio español en Flandes. Ganar siendo español siempre es más complicado. Ahora, en su papel de miembro de Omnium Culturan, lucha por la justicia y por los Derechos Humanos en España, como tantos amigos europeos que no entienden por qué no hay un referéndum en España para la independencia de Cataluña. Esperemos que algún día alguien les explique que no lo ha habido porque sus defensores no quieren escoger el camino que la Ley, ese bien supremo que supone la base del Estado de Derecho, establece para ello.
Mientras tanto, las huestes de los independentistas lanzan cócteles molotov, ladrillos, ácido, bolas de acero y demás artefactos a Mossos, Policía Nacional y Guardia Civil, con los líderes secesionistas bien a cubierto en sus casas y los no secesionistas en las suyas. Los heridos (esperemos que quede ahí) los pondrá el pueblo, como suele ser habitual. Luego, cuando todo termine, veremos si somos un país ganador o perdedor en función de nuestra capacidad para restablecer la convivencia y pasar página.
Hace cuarenta años lo hicimos. Personalmente confío en que volveremos a dar una lección al mundo.
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