TALENTO
Con la victoria de Jon Rahm en el Masters de Augusta, contra viento y marea, y nunca mejor dicho, el de Barrika se confirma como un sólido miembro de la amplia nómina de españoles que triunfan en los deportes allende los mares. Baloncesto, motociclismo, automovilismo, bádminton, golf, fútbol, balonmano o waterpolo, son algunas de las disciplinas en las que destacan nuestros deportistas, que se puede observar en otras disciplinas como el cine, la música, la gastronomía o la literatura, por citar algunos ejemplos. España se coloca en un lugar que no debería corresponderle, por tener una población de apenas 47 millones de personas en un planeta de 8.000 millones, que no está precisamente boyante en materia económica y que tiene muchas tareas en agenda para llevar a cabo.
A pesar de ello, vemos que cada vez más extranjeros buscan vivienda en España, algo a lo que Canarias no es ajeno. Antaño, y también hoy, han sido objeto de deseo destinos como Valencia, Madrid, Barcelona o Málaga, lo que se amplía a Canarias, en una avalancha que hace que uno se pregunta qué pasa.
Lo cierto es que nuestro estilo de vida gusta, nuestro país gusta y nuestro carácter, siempre preparado para lo que venga de fuera, se impone.
A veces nos cuesta entender que nuestra forma de vida puede ser atractiva para otros, nuestra gastronomía, nuestras costumbres, nuestra cultura y, sobre todo, nuestra filosofía de vida.
A mí me da mucho que pensar, pues con frecuencia nuestro jóvenes han de marchar a países extranjeros para buscar una forma de ganarse la vida más allá de nuestra fronteras, en países que parecen haber solucionado el ganarse el pan con algo tan cotidiano como el trabajo y el salario mensual. No es lógico que eso ocurra con el país que tanta gente atrae en busca de cosas que parecen insuficientes para cubrir nuestras propias necesidades.
En los medios de comunicación oímos de forma cotidiana de las necesidades de los trabajadores, de las ayudas para esto y lo otro, de los impuestos, de la vivienda, de la sanidad… de tantas y tantas cosas. Pero parece que nuestros empresarios no dan la talla para cubrir nuestras propias necesidades internas, que a la larga fraccionan familias y, por extensión, a la propia sociedad.
En España, opino, hace falta una revolución. Pero no una de esas a las que estamos acostumbrados, de la toma del poder por parte del proletariado y todas esas cosas decimonónicas que están pasadas de fecha y para mí no tienen sentido.
Hace falta una revolución empresarial. En mi opinión son los empresarios los que no dan la talla en crear la riqueza necesaria. El resultado consecuente es que un joven, o una joven, se vean obligados a mandarse a mudar a buscar su sustento fuera de España, muchas veces contra su propia voluntad.
Esta revolución empresarial pide a gritos el apoyo público. Porque al final, si creas riqueza, y empleo, pagas impuestos y tal, alimentas a un Estado podrá de tal modo cumplir sus fines sin discursos de esos tan nefastos como los de arriba y los de abajo, los buenos y los malos. Todos estamos en el mismo barco. Todos debemos hacer nuestro trabajo de acuerdo con nuestras capacidades. Y dejar de buscar enemigos en los que son, probablemente, una parte esencial de la solución.
Aquí hay talento. A raudales.
Pero este escapa a nuestras empresas, que no están a la altura del mismo.
Este escapa a nuestro Estado, que no es consciente de que tal cosa exista.
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