TORTILLAS
Mi suegra (EPD) preparaba una tortilla de papas irrepetible. Llevo años tratando de emularla, pero no hay forma. Lo más asombroso del asunto es que sólo tiene tres ingredientes, que sé cómo cortaba las papas, cómo las freía, cómo la cuajaba… Todo. Pero no me queda igual. Desde el día que probé la primera, nunca miré a las tortillas de papas con los mismos ojos. Siempre la pido, en todos los bares, restaurantes, tabernas… donde haya. Algunas han sido memorables. En el País Vasco, en Madrid, en Barcelona, en Málaga, en Burgos, en Granada… Se acercaban a la de mi suegra, incluso la miraban frente a frente. Pero ninguna era igual.
¿Ninguna era igual?
No. Ninguna.
Tres ingredientes, a veces cuatro, a veces más, pero básicamente lo mismo, siempre diferente resultado. ¿Cómo es eso posible?
Hoy leo a Harari cuando explica que en algunas empresas hay un Consejo de Administración donde uno de los miembros que se sientan a él es un algoritmo. Sí, un algoritmo que ayuda en la toma de decisiones, sobre todo de inversión. Me hace gracia cuando el autor alega que los algoritmos no son ajenos al nepotismo, pues se ha demostrado que tienen una tendencia creciente a recomendar inversiones en empresas que, asimismo, sientan en sus respectivos Consejos de Administración a otros algoritmos.
Curioso.
Tal vez algún día no muy lejano nosotros hagamos lo mismo. Decidamos que algún tipo de forma de inteligencia artificial, una especie de robot, piensa mejor que nosotros. Incluso, quién sabe, hará las cosas mejor que nosotros. Todas las cosas. Y tal vez algún día una mujer decida que es mejor vivir con un robot que con una pareja. Y un hombre también. Para qué esperar a que empiece a roncar, a necesitar revisiones de próstata, a ponerse jaquecoso, o jaquecosa, a padecer de nervios o a deprimirse porque accede al paro en una edad donde conseguir trabajo sea casi una quimera.
Tal vez en el futuro los robots sean guapos, o guapas, amables, cuenten chistes, te cuiden, tengan una actuación en la cama mejor que un humano, no se cansen, no se olviden de nada, limpien la casa, hagan la compra, arreglen un enchufe, lleven el coche a pasar la ITV, redacten un recurso contra una liquidación del IBI incorrecta, preparen una tarta para los vecinos el día de su cumpleaños, se queden de canguro con tus sobrinos, saquen al perro a pasear, te defiendan frente a un ladrón nocturno, te den clases de aerobic, o un masaje. Puede que incluso te ayuden cuando te encuentres triste, utilizando las palabras adecuadas, emitiendo la sonrisa perfecta.
Quizá para entonces nos casaremos con robots y quedaremos con nuestros amigos humanos para fardar de cómo toca perfectamente la guitarra. O de cómo canta “Te recuerdo Amanda”, o “Dos Gardenias”, o “Despacito”, con cadencia perfecta.
Lo que no sé es si algún día serán capaces de hacer locuras. Si comprarán un lienzo y pinturas para ponerse a pintar como locos sin ducharse tres días seguidos. Si se enfadarán por ningún motivo, marchándose de casa para cogerse un pedo y luego volverán diciendo que lo sienten, y que te quieren, para darte un abrazo que será un punto de inflexión. Si algún día echarán a llorar impotentes, forzando a tus hijos a tomar las riendas de todo y, consecuentemente, a madurar y crecer, porque los problemas son parte de la vida. Y de la muerte. Si algún día tendrán una idea genial, que puede cambiar el mundo y a la que nadie hará caso salvo los que te quieren. Si un día emitirán un razonamiento que no se sabe de dónde viene. Tal vez de tus ancestros, de tu espíritu, de tu esencia. Y que se grabará en tu mente a fuego. Si sabrán perder, aceptar la derrota, levantarse y seguir. Si tendrán cicatrices que indiquen que han vivido. Si te sacarán de quicio, si te enamorarán con una mirada que viene del pasado y que habla de futuro. Si quemarán el asado entre risas para terminar comiendo pizzas congeladas y cerveza. Si se trillarán el dedo con una ventana y te obligarán a curarlo como te enseñó tu abuela. Si se cogerán un pedo contigo para celebrar que te has sacado quinientos euros en la primitiva.
Si serán capaces de preparar una tortilla de papas con fundamento.
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