TRENDY

Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir siempre.

Mahatma Gandhi

 

Recuerdo la escena con total nitidez.

La mujer alzó la mirada sobre las gafas de presbicia hacia su marido, que seguía con los ojos clavados en el informe desplegado sobre la mesa. La cosa estaba clara: el proceso de expansión había sido un fracaso, y la estructura empresarial, laboriosamente tejida a lo largo de varias décadas, se tambaleaba.

–No te preocupes, querido –dijo ella, alzando su mano izquierda para apretar cariñosamente el hombro derecho de él–, tú sabes que para mí la felicidad consiste en un bocadillo de sardinas sentada en la playa junto a ti. Ya saldremos adelante.

Él desvió sus ojos hacia los de ella, y cuando sus miradas se cruzaron brotó una chispa que iluminó toda la habitación.

Ella, maestra de secundaria, él, emprendedor desde la época en que tal palabra no existía, tenían en su etapa de madurez la perspectiva de una vida de lucha que podía venirse al traste por culpa de una mala decisión. A lo largo de su aventura empresarial, hubo otras situaciones similares. Incluso peores. Es algo que ocurre a todos los emprendedores. A todos. Y a todas. Sin excepción. Y son situaciones para las que hay que estar mentalmente preparados. Sin duda el apoyo del entorno es fundamental. Pero también lo es desarrollar la capacidad de alejarse un poco de los hechos, para poder analizar la situación con algo de distancia de por medio. Para evaluar las cosas con sentido periférico.

Para relativizar.

Ella, como la profesora de filosofía que era, sabía que Sócrates había desarrollado un método que obligaba a sus alumnos a buscar las respuestas dentro de sí mismos, mediante la formulación de las preguntas adecuadas. También sabía que Platón, discípulo del anterior, desconfiaba de los sentidos, y se centraba en entender la realidad a través de la razón. Que trató de discernir entre realidad y conocimiento. Como también sabía que el padre de la filosofía moderna, Descartes, si bien apreciaba el conocimiento que las diversas ciencias desprendían, era asimismo consciente de que se situaba siempre más cerca de la verdad el razonamiento del hombre común que, armado exclusivamente por su sentido de la razón, se dejaba guiar por ella. Por no hablar del superhombre de Nietzsche, que surge del famoso “Dios ha muerto”, que realmente significa lo que significa… para aquellos que lo sepan.

Nada de esto lo había aprendido en los numerosos cursos que siguió, a lo largo de los últimos años, relacionados con la gestión de empresas, con la utilización de nuevas tecnologías o con la aplicación de criterios de marketing a la actividad que ella y su marido compartían desde hacía tantos años.

No.

Todo esto lo sabía en su calidad de profesora de filosofía, algo que le permitió dar un paso atrás, aceptar, tomar aire, oxigenar, pensar bien para actuar bien y, finalmente, relativizar.

Y hablamos de esa filosofía que, al igual que la literatura, nuestro sistema educativo ya no considera importante; por tanto las han eliminado de los planes de estudio obligatorios. Porque no es trendy. No está de moda. No es útil. Lo útil ahora es lo Tech, o lo Fin, o lo Fintech. Fuera de eso no hay nada. Economía digital, y listos. Tampoco parece haber ya empresarios. Hoy existen los emprendedores. Ah, y ya no quedan empresas nuevas y consolidadas. Hay start´ups y Blue chips. En esta época aciaga, parece que el sueño de todo joven se identifica con inventar una App, subirla gratis y hacerla viral, para luego vendérsela a alguien por varios millones de euros, o dólares, o libras, y retirarse con veinticuatro años a dar cursos de motivación o coaching, explicando a otros jóvenes que, si ellos lo hicieron, cualquier puede hacerlo.

Tal vez nos convenga a todos dar un paso atrás, tomar algo de oxígeno, mirar con criterio perimetral y darnos cuenta de que, en realidad, jugamos en un terreno de juego previamente diseñado, planificado, sembrado de césped, que luego ha cortado, con sus rayas pintadas encima, y con unas reglas de juego determinadas: mira, esto es saque de esquina, esto es saque de banda, esto es falta y esto es penalti. Y esto es gol.

Y nosotros jugamos.

Sin darnos cuenta de que, a veces, hay que plantearse si el terreno de juego que otros han pintado sigue siendo trendy. O si tal vez está demasiado poblado de jugadores, para tan solo un balón y dos porterías. Tal vez sea una buena ocasión para definir y pintar un nuevo juego.

Alguien ha definido eso como To think outside the box. O sea, pensar fuera del cacharro. Para mí es simplemente impulso vital, alimentado por los sueños, por el sentido común, por el conocimiento, por el razonamiento y en última instancia, por la intuición. Eso que se te despierta cuando has echado mano de la literatura. Y de la filosofía. O sea, como dijo el famoso financiero, sería más bien un think against the box, o sea, pensar contra la caja. Contra el sistema.

Filosofía como la que utilizó mi clienta tras poner la mano en el hombro de su marido, y que devino en aceptación, reflexión, adopción de decisiones, ejecución y, eventualmente, una salida exitosa de la crisis.

Podía no haber sido de ese modo. Podía haber resultado un fracaso.

Pero hubiese dado igual.

Mi clienta, en cualquier caso, basaba su felicidad en un rato sentada en la playa con un bocata de sardinas. Con su marido acompañando.

¡¡Que poco trendy!!

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