ABSTRACCIÓN

ABSTRACCIÓN

(Texto sólo apto para contables, economistas, auditores, peritos mercantiles y demás gentes de mal vivir)

A veces uno se levanta cubista, otros expresionista, otros surrealista, tal vez un tanto abstracto.

Lo cierto es que siempre he pensado que el mayor cargo en cuenta de resultados es el descontrol. Es algo que deja un tanto descolocado al haber de pérdidas y ganancias, que ve como algo necesario su crecimiento. A veces, la opción es ir al pasivo del balance e incrementar la deuda. La más habitual, más inmediata, la deuda a corto. Pero los pagos se amontonan, y el flujo de caja se descoloca. Entonces la solución más sencilla es tomar las deudas a corto para pasarlas a largo, de forma que los pagos sean menores. Pero el equilibrio financiero se rompe. El fondo de maniobra ve, impotente, que no puede maniobrar más. Se impone por tanto incrementar de nuevo el haber de pérdidas y ganancias, y en consecuencia vamos al activo a analizar la cuenta de clientes. Como tenemos los que tenemos, no nos queda otra que subirles cuotas. Estos de repente se sienten acosados, y es natural que se retraigan. Casi podríamos decir que se reducen al absurdo, en espera de tiempos mejores. Se convierten en un activo ficticio. En cualquier caso, en la medida en que los clientes son cautivos, se procede a idear fórmulas para que estos aporten más ingresos en el haber de pérdidas y ganancias, pero los cargos en esta misma cuenta siguen siendo una carga demasiado pesada para su sostenimiento. En consecuencia, el activo ficticio crece, convirtiéndose en una losa, la deuda sigue subiendo y el desequilibrio pasa a ser insostenible.

Entonces a alguien se le ocurre decir: ¿Y si hacemos lo contrario? ¿Y si liberamos a los clientes de cargas, de forma que estos incrementen su actividad y, consecuentemente sus beneficios? A mayores beneficios, mayores pagos de dichos clientes, y nuestro balance mejorará. El activo ficticio disminuye, pues muchos de estos clientes pasarán a ser activos productivos. Y van y lo hacen. Y las cifras, contra todo pronóstico, mejoran.

Pero ello implica considerar varias premisas.

La primera, aquilatar los gastos en la cuenta de pérdidas y ganancias, de forma que el descontrol salga de ahí de forma definitiva.

La segunda, entender que, a pesar de que el Derecho establece que el titular del balance es el sujeto activo, con la posibilidad de imponer obligaciones al sujeto pasivo, es decir, al cliente, en realidad el sujeto activo es el cliente, pues es su actividad (activo, actividad…, está claro, ¿no?) la que en última instancia otorga réditos a tu balance.

Pero alguien dice que no, que eso haría mucho daño.

Y sí. Hace mucho daño. Precisamente a quien no quiere renunciar al descontrol en el debe de su cuenta de resultados.

Lo hemos visto. Lo estamos viendo. Está ocurriendo.

Madrid ha decidido que el cliente, o sea, el ciudadano, sea sujeto activo de la vida pública. Y comprobamos que los números son los que son. Y todo funciona mejor.

En otros lugares, donde se empeñan en que el cliente sea sujeto… y además de sujeto, pasivo, las cuentas no terminan de salir, carajo.

Es algo tan patente como que lo hemos visto una y otra vez.

Pero no aprendemos, no…

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