ACTE Canarias. ESE MILAGRO… (o no)

Recientemente me compartieron un vídeo donde Bruno Le Maire, ministro de finanzas francés, afirmaba que la lectura estimula la imaginación, abriendo al lector a mundos nuevos sólo accesibles a través de las palabras. Explicaba que las palabras dan forma a sentimientos que un buen día averiguas que son comunes, que son compartidos. Por eso, dicho ejercicio solitario de la lectura tiene tal capacidad de unirte a los demás. Terminaba afirmando que nunca estarás más cerca de los demás como cuando lees un libro.

Es un discurso que se aleja de la realidad de nuestros días, en los que tantos libros languidecen a la búsqueda de cómplice para asociarse. En medio del tumulto de la conectividad, de las bandas más anchas, que decía Sanz, de las fibras más ópticas, de los afanes de más inmediatez, la pausada armonía de pase de las hojas, de la comprensión lenta, de la estimulación de no se sabe muy bien qué zona del cerebro, pone la imaginación a funcionar.

Porque, igual que más o menos se sabe en qué parte del cerebro se aloja la memoria a corto plazo, o el planeamiento de movimientos, o la experiencia vital o el procesamiento de información, se cree que la imaginación no habita ningún lugar conocido ni concreto. Más bien se encuentra en una amplia red interconectada, esa que nos permite pensar libremente y con creatividad, según afirma el científico Alex Schegel.

Leer para imaginar, para visualizar, para crear.

La lectura, la literatura, te aporta todo eso.

Corría la primavera de 2017 cuando una mujer a la que no conocía se dirigió a mí en la feria del libro de Santa Cruz. Quería formar una asociación de escritores. Aquí, en Tenerife. Me sumé al proyecto y tengo la fortuna de haber sido testigo de cómo un grupo de mujeres en su abrumadora mayoría obraron el milagro. Luisa venía acompañada de Ana, Elena, Pili, Emma, Lali, Isabel, la otra Ana, Balbina… . Ellas iniciaron un camino al que se sumaron Felicidad, Candelaria, Gloria, Albertine, Rosario, Dalia… hasta los más de doscientos que estamos hoy en ACTE.

Sí, estaban Eusebio y Fabio, se sumó Carlos, el otro Carlos, Pedro, Daniel, Damián, Ariel, Eduardo, Emilio, Héctor, Félix… por supuesto Alberto. Y tantos otros que hoy encuentran en ACTE ese lugar donde sus obras son tratadas con mimo, donde son cuidadas en su corrección, maquetación, edición, en su distribución y en su promoción. Pero sobre todo donde cobran vida, en forma de multitud de actos por todas las islas que hacen llegar a cualquier rincón la grandeza de la palabra evocada, meditada y finalmente escrita.

En apenas tres años, ACTE ha saltado el océano, y ya han pasado por aquí escritores y escritoras de Puerto Rico, de Argentina o de Uruguay, en encuentros que esperemos regresen a poco que las condiciones lo permitan. Hoy cualquier escritor, cualquier escritora de Canarias, se puede sentir arropado en su arte, algo impensable en el pasado. Porque la elaboración de un libro va más allá que el hecho de escribirlo. Además de editarlo y publicarlo, luego hay que apoyarlo.

Hoy es 8 de marzo, día de la mujer trabajadora. Palabras huecas al margen, sin este grupo de aventureras, con las aportaciones masculinas que se han unido al proyecto desde un inicio, por supuesto, no hubiese sido posible un desafío a todo. Sin apenas dinero, sólo con sus ideas, han hecho frente al mercado, a las conectividades, a las grandes plataformas y a nuestro modo de vida cibernético, creando un entorno de arte como yo jamás he visto antes.

En el camino, además de aprender, confiar, crecer y asombrarnos, nos hemos echado unas risas buenas buenas. Y las que vendrán.

Feliz 8 de marzo.

Y gracias, amigas.

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