AFGANISTÁN

Cuando los españoles se levantaron contra los franceses en la guerra de la independencia, a la que yo llamaría la guerra de “mándate a mudar”, porque ya éramos un país antes de eso, nadie daba un duro por nosotros.

Quiere decirse con esto que el francés era el ejército más temible de Europa, tal vez del mundo del momento, a principios del siglo XIX. Por supuesto, España, que comprendía la península más un montón de territorios allende los mares, no recibió ayuda alguna, y tuvo que recurrir a los de siempre. Esos que hoy pagan el IVA de los pañales y que entonces salvaguardaban la patria. Siempre son los mismos: armados con palos y piedras echaron a patadas al ejército más poderoso del momento. Bien es verdad que con ayuda de Inglaterra, pero bien es verdad que Inglaterra lo hacía por interés propio. Si Francia se quedaba con España, apaga y vámonos.

Todo el ejército francés no fue suficiente para doblegar a los españoles. Y la historia, si sirve para algo, es para tener referencias.

Vale.

Recientemente ha dicho Josep Borrell que los talibanes han ganado la guerra y que, por tanto, hay que sentarse a hablar con ellos. Que eso no supone validar sus criterios, sus opiniones ni nada de eso, sino que simplemente son un país que pasa a tener nuevos gobernantes y que la UE los ha de considerar en sus relaciones externas.

Con esta frase zanja de raíz las discusiones que se han generado en los últimos tiempos en todos los medios de comunicación, en los que los españoles hemos vuelto a poner el norte de la discusión a base de pelearnos entre nosotros. Como Dios manda.

Qué sabrá Borrell, que al fin y al cabo es tan sólo el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Común, además de Vicepresidente de la Comisión Europea…

Debería informarse mejor y leer todo lo que todos nosotros, bien pertrechados tras nuestros respectivos teclados, entre café, meme, chiste malo y wasap, nos preocupamos por volcar en el ciberespacio. Nuestra importante misión, en tanto que informados activos operativos de las redes sociales, sigue su curso de (des)información sin descanso y de avivamiento de la división de este país… que cada día es más irrelevante en el concierto internacional, dicho sea de paso.

Bien, pues a este (des)informador se le plantean varias preguntas que se vuelven perentorias a medida que leo cosas.

Por ejemplo, relativa a si la retirada de Afganistán se había planificado. En febrero 2020, ya Trump se comprometió en los acuerdos de Doha a retirar todos los efectivos militares norteamericanos de suelo afgano, bajo su promesa de que no se reunirían para organizar atentados contra América en el futuro. Aunque no se llevó a cabo en los términos acordados, tal vez debería haberse considerado como una especie de aviso a navegantes de que los norteamericanos tenían ganas de terminar con el asunto. Era algo público, que deberíamos haber considerado desde la UE. Y previsto.

No entiendo muy bien cómo, año y medio más tarde, ha sido necesario ver las escenas que hemos visto, algunas dignas de película por la heroicidad de sus actores, de gente corriendo a ver qué avión cogía para salir del país por patas. Si el tema estaba consensuado, firmado y arreglado por el presidente norteamericano, ya podíamos haberlo planificado un poco mejor, digo yo. Al fin y al cabo, somos la UE.

Pero bueno, yo solo soy un teclado más de esos del ciberespacio.

Y como decía el señor Miyagi en uno de los Karate kid, no me acuerdo de cuál, cuando las cosas se tuercen hay que volver al principio de las cosas, a su base, para comenzar a arreglarlas. Él enseñó a su pupilo a respirar ¿se acuerdan?, y a partir de ahí, el muchacho se centró de nuevo. Respirar. La base. El principio de todo.

Para nosotros como europeos y aliados de los Estados Unidos, en el asunto que nos trae, el principio de las cosas fue el ataque a las torres gemelas en 2001, ese que vivimos en directo a través de la tele. En aquel momento la reacción fue la que fue, el objetivo pasó a ser Osama Bin Laden y Afganistán, y la frontera con Pakistán, y todas esas montañas misteriosas y desiertos lejanos de los que algunos hablaban. Se desplegó una fuerza militar inédita en generaciones para acabar con los estudiantes (que esa es la traducción de talibán en pastún).

Luego bota a tierra.

300 millones de gasto diario sólo Estados Unidos. Por 365 días año. Por 20 años. 2,6 billones de dólares dicen unos. 800.000 millones dicen otros. No sé. Una pasta.

Por el camino, 2.448 soldados americanos que han perdido la vida. Casi llegan a los 2.996 que murieron en las torres gemelas. Afganos murieron unos 100.000, entre policías, militares y civiles. Españoles fueron 102. Suma y sigue.

Una pasta, ciento y pico mil muertos, unos cuantos presidentes americanos que pasaron por allí y al final todo queda como estaba.

Es decir, los talibanes en su sitio, en este caso apoyados por vaya usted a saber quién, y las grandes potencias del planeta diciendo que bueno, que son un país con unos gobernantes y que habrá que hablar con ellos. No sólo lo dice Borrell por la UE. También lo dicen China y Rusia.

Ahora saque usted las conclusiones que quiera. Y los dramas que corresponda: nueva situación para las mujeres, para los estudiantes, para los disidentes, para los que han ayudado a la OTAN o a Estados Unidos, o a la UE, para los que no están de acuerdo, para la libertad, para el futuro…

Porque, tal y como yo lo veo, lo sucedido es todo un ejemplo y un acicate para los que no están de acuerdo con Estados Unidos, con la UE, con Reino Unido, con Australia, con Canadá… Con Occidente, vamos.

Y esos… son unos cuantos.

Se ha perdido una guerra.

Pero se ha perdido más que eso: la oportunidad para entender que el mundo no es homogéneo. Que los matices son diferentes en un lado y en el otro. Y que a veces, cambiar eso es imposible.

Por más que se vuelquen 2,6 billones.

Por más que las mujeres vayan a estar con el burka de nuevo.

Por más que no lo entendamos desde nuestra mentalidad occidental.

Si los afganos decidieran levantarse contra quien sea, llámese Estados Unidos, llámese talibanes, llámese quien usted quiera, es una cuestión de tiempo que ganen.

Igual que una España rural echó a la Francia Imperial en la guerra de la independencia a pedradas.

El pueblo manda.

A veces por acción.

A veces, por omisión.

 

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