AMBIENTE

Es fácil imaginar la escena. Siete de la tarde, voy con la parienta a caminar a avenida colesterol. Avenida de Anaga hasta María Jiménez y vuelta. Nos adelantan esforzados ciclistas, carreristas y patinistas, cada uno a lo suyo por un carril que ya se me va antojando pequeño para semejante torrente de humanos quemando carbonilla. Ustedes dirán, “pues haberte quedado en La Laguna”. Pero es que uno va cumpliendo una edad y el pelete en La Laguna en febrero cuando cae el sol es inexorable, inclemente, intransitable…, innecesario. Así que pabajo que vamos.

A la vuelta, con unos cuantos kilómetros encima y la sensación del deber cumplido, paro en el súper, claro. Anoche piadinas, rúcula y champiñones. Cuando llegué a pagar a la caja vi que había en el carrito una tarrina de helado. Yo no la cogí. Seguramente habrá saltado ella sola al carrito. Últimamente es algo que pasa mucho. Tarrinas invasoras.

Cuando llegué a casa me preparé una piadina con queso y jamón. Y los champiñones y la rúcula pa disimular. Y una cerveza. Machangadas las justas. Cuando me dirigí al cubo de basura de plásticos, estaba lleno. Otra vez.

Entonces me di cuenta de eso que habitualmente lees casi sin prestar atención.

La rúcula venía envuelta en plástico, la piadina también, y los champiñones venían en una bandejita de plástico y estaban envueltos. En plástico.

Cambio la bolsa de basura de los plásticos todos los días, por una vez cada tres días la orgánica. Esa es la proporción, más o menos. Lo reciclo todo, en espera de que alguien se preocupe de que no llegue al medio ambiente.

A día siguiente leo sobre microplásticos y demás mandangas, de forma paralela a las noticias que se suceden acerca de la nueva carrera por la conquista de otros planetas para mandar humanos a seguir tirando plásticos. A estas alturas ya no hay duda de que la pandemia que sufrimos es una de las consecuencias del desequilibrio medioambiental que estamos propiciando con nuestra actuación diaria. Lo mismo desaparecen un par de especies animales cada día que talamos la superficie de andorra en media mañana para quemar leña o fabricar libros que a saber quién los va a leer.

“Fulano descubre exoplaneta a veinte años luz con tan sólo el doble de masa que la tierra. El aire es venenoso, la temperatura media es de sesenta grados bajo cero, pero hay hielo en el subsuelo y se encuentra en zona habitable”. Estupendo. Allí pesaría ciento sesenta kilos, no tendría aire para respirar y el pelete de La Laguna se consideraría la excentricidad de un humano flojo para cualquier habitante del lugar.

Y a eso llaman “habitable”.

Habitable es este planeta, que tiene monte, mar, ríos, atmósfera, piadinas, cerveza, fútbol y Netflix. Lo que pasa es que ya lo hemos dado por imposible y perdemos el culo para salir de aquí por patas en lugar de meter los machos en el corral.

Si algo echo de menos es que las autoridades actúen de forma decidida contra la desforestación, la contaminación, el cambio climático y los que tiran plásticos al mar.

En lugar de eso, uno ve impotente cómo lo incontenible parece irremediable. No vamos a poner energía solar en cada casa, porque las eléctricas pagan un pastón en impuestos. No vamos a crear carriles bici, o a ponernos serios con los desperdicios de una sociedad que ya no sabe dónde mirar, porque hay otras cosas más importantes en la agenda. Elija usted la que quiera, que hay dónde elegir. Están todo el puto día discutiendo de chorradas.

Lo que seguramente no podremos elegir dentro de poco es dónde ir a vivir. Al menos para la mayoría de los 7.600 millones de personas que habitamos este planeta, planeta que cualquier día se levanta y nos barre del mapa. Ya lo está haciendo, con unos virus cada vez más virulentos, y valga la redundancia.

Dentro de poco, los virus medirán metro ochenta, tendrán bigotazo, un solo ojo, eso sí, con una ceja que parecerá una visera, y saldrán a la calle a reclamar sus derechos en manifestación. Seguro que habrá líderes virus que propondrán sus consignas.

–Adopte usted un virus, nos sea tacaño.

–Los mocos y los estornudos son buenos, no se deje engañar.

–Asfixiado se vive mejor.

Incluso habrá virus escritores, portavoces de su género, que escribirán libros temáticos que aborden sus problemas, anhelos y deseos.

–Virus y Bacterias, el reto de la convivencia…

–No seas bruto. Putea a tu humano, pero no lo mates coño…

Y cosas así.

Dicen que hay más virus en un ser humano que seres humanos en el planeta. Más virus en el planeta que planetas en el universo.

Si seguimos haciendo el gilipollas, un día tomarán conciencia de sí mismos y entonces ríete tú de Skynet y de Terminator.

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