ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO

Diego Navarro y sus secuaces rindieron Santa Cruz anoche. Para ello utilizaron un ejército sinfónico, un coro y multitud de estratagemas, como pillarnos por la retaguardia con una humilde armónica, un discreto clarinete o un instrumento de cuerda que es como un timplillo barrigudo y que emite un sonido muy de western. Primera vez en mi vida que veo algo así.

En ocasiones, incluso nos llegaron a atacar con la extraordinaria voz de una sorprendente Carmen Acosta, la brillante soprano tinerfeña que nos regaló piezas tan bellas como difícil parece su ejecución.

La munición empleada oscilaba desde la interpretación de piezas mundanas y musculadas, como Los Intocables de Elliot Ness, a piezas melancólicas y muy inspiradoras como Cinema Paradiso. Qué decir de otras en las que el espíritu lo invade todo, con las voces del coro flotando por las alturas del auditorio en una interpretación de La Misión realmente memorable. La Misión, esa película que narró el periplo jesuítico por la selva de lo que hoy es Bolivia, y de cómo conectaron con los nativos a través de la música. Piezas barrocas originales modificadas por los propios nativos que tan bien supo entender Morricone.

Aunque hubo más interpretaciones, las de estas tres obras, compuestas (o al menos divulgadas) en el trienio que va desde 1987 hasta 1989 recogen, en opinión de este absoluto profano, algunos de los momentos más brillantes del excelso compositor.

Que tan bien ha sabido regalarnos Navarro.

Que tan oportuna ha sido su inclusión en esta edición de Fimucité.

Diego Navarro ha recogido el testigo del fallecido artista y nos brinda, entre otros, un trozo de la selva y de la cultura barroca que la naturaleza y la vida salvaje moldearon, y sobre la que Morricone articuló una inimitable banda sonora.

No faltó la mención a la hermana isla de La Palma, que se saldó con un aplauso que casi quiebra la voz de Ana Molowny, que un año más realiza una presentación impecable.

Fimucité se supera a sí misma. Cada año nos sorprende con nuevas exigencias a la Pop Culture Band, o al Coro Polifónico de la Universidad de La Laguna, o a la Orquesta Sinfónica de Tenerife, donde no faltan sorpresas por la originalidad en arreglos que se preparan solo para nuestros oídos. En palabras del director del coro universitario, una especie de embarazo que muere justo tras el nacimiento. Nueve meses de preparación para una única ejecución. Solo para nosotros.

De lujo.

A Fimucité acuden habitualmente personalidades de la música de varios continentes y una cantidad creciente de personas de aquí, dejando encantados a unos y a otros. Algo que se me antoja complicado, pues sería como organizar un seminario de física para científicos de talla mundial en un extremo y, en el otro, para gente como yo, que no termino de entender cómo es el mecanismo de un botijo. Y entre unos y el otro, hay capacidades y formación de todos los niveles que Fimucité satisface sin excepciones.

Es historia para que quien sepa verla, talento para quien deje que entre, brillantez de un acto esencial.

Una iniciativa que ha trascendido fronteras hace años, y que finalmente recibe el reconocimiento generalizado de todos, tras quince años dale que te pego sorprendiéndonos sin tregua.

Gracias por poner un trozo de cielo en la tierra.

Y enhorabuena a Diego, Ana y Pedro.

Mi admiración es infinita.

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