BATIRSE

“No queda sino batirse”

Palabras de Quevedo, espada al cinto y bebiendo vino

En alguna novela de Alatriste… (de Pérez Reverte, claro)

En un lado del ring, y siguiendo el símil gastronómico, un cortadito con poco café, leche desnatada y sin lactosa, sacarina, y acompañando, una pastita recién horneada proveniente del obrador más chic del mundo mundial. En el otro lado del ring, un chuletón poco hecho, medio litro de vino de Jumilla a granel, un fisco de lechuga para desengrasar y un orujo de hierbas a palo seco para seguir desengrasando. Con un café solo y cargado, claro.

El primero es Casado, con su estética de Foro de Davos, su cohorte de pelotas y su experiencia en la vida, que es ninguna.

La segunda es Ayuso, la tabernaria de ropa pija y cara de “yo no fui”, con más mala leche que pedida por catálogo.

Arbitrando, Pedro Sánchez El Grande, que los echa a pelear con un simple “aquel dijo que eres tonto”. O argo.

Se frota las manos pensando que el dossier filtrado por Moncloa va a ser, una vez más, el secreto de su éxito. Seguramente lo será, porque tiene el santo de cara y todo le sale bien. Pero ha dado una excusa a Ayuso para sacar la mandarria.

Verán, un amigo importador, que lleva toda su vida en el negocio de la importación de artículos de alimentación, me mandó un vídeo en mayo de 2020. Me enseñaba, orgulloso, cómo había sido capaz de traer mascarillas a su almacén desde China, para luego venderlas. Para ello tuvo que emplear una serie de contactos enlazados hasta que llegó a la fábrica que finalmente buscó entre sus existencias material para que llegara hasta aquí.

Por aquel entonces, tener una mascarilla nueva era algo así como tener una pimpa venezolana en el cole. Los de mi época saben de lo que hablo, eran un lujo que los que sólo teníamos bacotas no nos podíamos permitir.

Mi amigo consiguió las mascarillas, y fíjate tú si fue noticia que me envió un vídeo para enseñármelas. No uno, sino tres vídeos. Un sorprendente logro para un tipo que lo logra todo en el comercio.

Yo es que estoy viendo la escena.

–Muchacho, estos toletes del Moncloa no son capaces de conseguir mascarillas, porque dicen que no hay.

–Yo te consigo.

–¿Cómo?

–Sujétame el cubata…

Y las consiguió.

¿Cobró comisión ilegal? ¿Cobró comisión en cualquier caso? Ni idea.

Pero nos estamos olvidando de lo más importante. Como siempre.

En primavera de 2020, conseguir mascarillas en el mercado se había convertido en algo muy muy difícil, por la inutilidad e inoperancia de un gobierno que, por aquella época, no se enteraba de por dónde venían los tiros. Fueron incapaces de proteger a su población consiguiendo mascarillas como todos los demás países sí hicieron, y dejaron a las Comunidades Autónomas (estábamos aún con el mando único del país y las competencias intervenidas, no lo olvidemos) a su suerte.

Que a veces, es la suerte de los buscadores de fortuna.

Eso se ha elevado a la categoría de arte, investigando, indagando y, finalmente, confeccionando y entregando un dossier a un señor que no puede con una señora. Los dos, Sánchez y Casado, temen a Ayuso por igual, pero Sánchez ha maniobrado para echar a pelear a los otros dos.

Ayuso puede terminar trabajando en una gasolinera, o de repartidora en algún centro comercial, eso es cierto. Pero ello no debe hacernos olvidar que en el origen de esa importación de mascarillas por parte de una empresa afín a su hermano, está la inutilidad de un gobierno para hacer bien su trabajo. Era dicho gobierno central quien debería haber gestionado la compra de mascarillas, pero su absoluta incompetencia e ineptitud quedó patente.

Han picado todos. Todos hablan de los contendientes, pero nadie habla de la inoperancia demostrada por el fabricante de la pelea (no del conflicto entre los contendientes, claro) para conseguir algo tan esencial como un furgón de mascarillas.

Enhorabuena a Pedro Sánchez. Alguien de su entorno sabe muy bien cómo convertir un error o incompetencia propia en la siembra de cizaña ajena. Sea como sea, no estoy seguro de que sea cizaña el mejor elemento para gobernar un gran país como el nuestro.

Pero eso ya da igual.

En este momento, como diría Quevedo en la novela de Reverte… no queda sino batirse.

Que gane el/la mejor.

 

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