EL BEATO Y EL PIBÓN (Irreverencia a conciencia)

Pensaba el tipo que aquello
desplegado ante su jeta
era inalcanzable meta
por ser ese ser tan bello

Ignoraba que la hembra
tenía perfil poco esteta,
no en el arte como tal,
ya que era algo cateta,
sino en el pronto animal
que a cualquier miembro desmiembra.

Perdonen la irreverencia
pues me resulta esencial,
pero es que, más que la ciencia,
fuera el duende de la artista
lo que plantó ante su vista
un desenlace fatal.
(…tal vez no. Siga la pista…)

Al margen de la consciencia
gobernaba una razón:
la invasión de un calentón
para el que no hay extintor
adecuado a la sazón.

El jodido puretón,
medio barrigudo y tal,
quizá por ser un beato
(y más feo que un dolor)
era un estrecho de libro.
“Pero con el tipo vibro
como vibra el vibrador”
pensó ella durante un rato
a pesar de su pesar.

Ella, tal cual vino al mundo
y con cara resignada:
“¿es que no vas a hacer nada?”
preguntó al meditabundo
que rascaba su cabeza
ya tocada su entereza.

“¿Todo ese montón de dones
viene así, sin instrucciones?”
contestó mirando esquivo y
refrenando las pasiones.

“Mira, te digo una cosa
o tú te enfocas un poco
o te arreglo el desenfoque:
vístome, guardo el descoque
y vuelo cual mariposa”.

Con el ánimo en el foco
apartó las telarañas.
“Si voy a embocar, emboco
porque todo este sofoque
la va a poner más nerviosa
y entonces ya no regaña,
sino que clava el estoque”.

Se rezó su padrenuestro
con cadencia silenciosa,
espantó las musarañas
y bajo aquel alcornoque
recitó con verso y prosa:
“no dejes que me desboque,
¡Santiago y cierra España!”

Es verdad que dice el dicho
que tiran dos buenas tetas
de cualesquiera carreta.
Pero el mismo susodicho
nos muestra esotra receta:

Desde Cádiz a Navarra
y del tobillo a la nuca
también que tira la cuca
como un cabo de gabarra.

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