CANARIAS

Hace ya años una amiga de San Sebastián se vino a casa por carnavales. Tras varios días estaba rota de tenderetes, así que fuimos a ver el entierro de la Sardina en plan tranquilos para volver a pronto a la cama y al día siguiente visitar algo de la isla. El público, entongado, invadía la calle por donde pasaba la cabalgata. Un par de policías bajaba por los lados de la calle con el tradicional “pónganse patráaaaas”, al que sólo le faltaba el “pesados”. Mi amiga descojonada con lo que veía en la cabalgata, de repente mira a la derecha y ve al policía. Instintivamente dio un salto y se metió tras de mí. Yo la miré a ver qué le pasaba. En esto, un fulano que bajaba por la cabalgata, patas peludas, brazos peludos, barba, bigote y tal, le mete las tetas al policía en la boca que se descojona y le suelta alguna burrada. Mi amiga no se cree lo que ve y dice

–¿Pero esto qué es?

Fue una señora que había al lado nuestro la que le respondió.

–Esto es Canarias, mija.

Hoy vemos cómo ese archipiélago donde las cosas son siempre un poco diferentes a como son en el resto de España… y de Europa, y de África, es puesto a prueba en su temple. Hoy vemos cómo alguien que dice algo tan obvio como que las fronteras han de ser defendidas, es llamado racista.

¿Racistas los canarios? Yo me parto.

Aquí ha habido emigración e inmigración de toda la vida. De toda la vida nuestros mayores marcharon a Cuba, a Venezuela o a Argentina, y de toda la vida hemos estudiado en el cole con gente de India, de Líbano, de Corea, recientemente de China, de Senegal… Hay un colegio inglés, otro alemán, y la guía de teléfono, si existiera, sería lo más parecido a la ONU.

Pero claro, imaginen la escena (es una serie de Netflix, ¿vale?): reunión en algún lugar discreto de Casablanca, o de Fez, o de Tetuán, donde se explica el modo en que se puede llegar a Canarias fácilmente, pero en patera, para obligar a los poderes públicos a tratar a la gente como refugiados que huyen del hambre. Vale, ahora imaginen que en esa reunión se cuela un agente secreto que lo descubre todo. Con riesgo de su vida, lo transmite a la central, al CNI, que notifica a Moncloa que, a su vez, pone todo su poder diplomático para desactivar el asunto.

Claro, el guión se sale del cacharro cuando ves que en el CNI hay mandando un señor que hace año y medio estuvo en Canarias ondeando las siete estrellas verdes. A ver, vale que en una chuletada uno cante medio cargado el “me gusta la bandera” y tal, pero el vice no estaba en una chuletada. Y además es vice.

Entonces le llega el dato del agente secreto y dice…, la verdad, ni puta idea de qué dice. Al fin y al cabo es un señor de Vallecas que tiene narices para decirle a un canario cómo es Venezuela… Yo me descojono. Y que se atrevió a ondear la bandera independentista de Canarias.

Tal vez piense que con esto el independentismo volverá a reactivarse en Canarias, y se enredará todo. De tal modo, cuando vuelva mi amiga de San Sebastián dentro de unos años y vea lo ha resultado, volverá a preguntar.

–¿Pero esto qué es?

Y seré yo quien le contestará.

–Es el resultado de hacer el gilipollas.

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