CREENCIAS

Póngase usted en situación:

16 de febrero de 1616. Galileo se presenta ante la Inquisición, para dar cuenta del resultado de sus progresos científicos, y cuenta alguno de estos dos cuentos:

Cuento 1: Copérnico tenía razón, el sol no da vueltas alrededor de la Tierra, sino que es La Tierra la que da vueltas alrededor del sol. Algo en clara contradicción con las creencias religiosas de aquellos tiempos. Se forma una algarabía de mucho cuidado y lo mandan a prisión.

Cuento 2: Al principio no había nada, sino un puntito muy pequeñín, que un buen día explotó y a partir de ahí se creó todo el universo que conocemos. Ante esta explicación, los venerables del Santo Oficio se miran entre ellos y dicen algo así como hombre, no está muy bien explicado, pero tiene sentido. Le perdonan la vida y lo dejan ir, que al fin y al cabo no hace daño a nadie, y a su modo es un creyente.

Es curioso el asunto de las creencias. En realidad, no conozco a casi nadie que entienda realmente cómo es posible que de un punto infinitesimal nazca todo el universo, ni tampoco a casi nadie que sea capaz de leer la explicación científica y entenderla. Sin embargo, todo el mundo la cree a pies juntillas. ¡No le vamos a enmendar la plana al recientemente fallecido Hawkings y compañía! Quedaríamos fatal.

Sin embargo, estoy seguro de que en algún momento se ha encontrado con alguien que le ha sonreído y transmitido la sensación de que es un alma pura. Incluso es posible que usted lo haya verbalizado. Esta persona es un alma pura.

Pero cuídese usted de ponerlo en una revista científica. Seguramente le pondrían la misma cara que puso la Inquisición a Galileo cuando les contó el Cuento 1 anterior.

Cuestión de percepciones y de momentos, ¿no les parece?

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