EL DISCURSO

Leyendo al afamado ensayista israelita Harari, me llamó la atención cuando este afirma (y cito textualmente):

“Si un gran jefe dice el sol sale por el este y se pone por el oeste, no se requiere lealtad al jefe para ovacionarlo. Pero si el jefe dice el sol sale por el oeste y se pone por el este, solo los verdaderos leales batirán palmas”.

Aún resonaban estas palabras en mis sienes cuando, un poco más adelante, el mismo autor afirma lo siguiente (sigo citando textualmente):

“La verdad y el poder pueden viajar juntos solo durante un trecho. Más tarde o más temprano, seguirán por sendas separadas. Si queremos poder, en algún momento tendremos que difundir ficciones. Si queremos saber la verdad sobre el mundo, en algún punto tendremos que renunciar al poder.”

Difundir ficciones.

Me gustó el concepto.

Me recordó a Enid Blyton. La afamada autora de Los Siete Secretos y de Los Cinco vendió más de 600 millones de libros (ahí es nada) para un montón de niños que, como yo, se preguntaban qué carajo era eso de las galletas de jengibre y el pastel de riñones. Contaba unas historias que a los que teníamos seis o siete años nos gustaban, por aquello de que los niños iban a su puñetera bola y descubrían pasadizos secretos, malos malísimos que finalmente eran detenidos por su actuación y que siempre llevaban una cesta para picnic con sándwiches de huevo y sardina, de pepino marinado en vinagre y otros horrores similares.

Hoy uno sabe que no hay nada como un filete empanado y una tortilla de papas, pero en aquella época uno se creía lo que le contaran, que para algo teníamos siete años, coño.

Hoy también sabemos que Enid Blyton ha sido censurada por machista, racista, xenófoba, filonazi y no sé cuántas cosas más, habiendo sido rechazada su memoria por la BBC, la Casa de la Moneda Británica y por todo el establishment británico en general.

Pero sus herederos estarán encantados. Al fin y al cabo, vendió 600 millones de libros a niños que, como yo, mirábamos a la tortilla de papas preguntándonos para cuándo el pastel de riñones.

Es lo que ocurre con los discursos basados en la ficción. Tienen un recorrido, pero con el tiempo uno se da cuenta de que, como afirma Harari, “la verdad y el poder pueden viajar juntos solo durante un trecho. Más tarde o más temprano, seguirán por sendas separadas”.

Concluyo, como corolario de esta historia, que la tortilla de papas no tiene rival.

Y que cada uno entienda lo que su juicio tenga a bien entender.

 

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