FE

Es la nueva religión. Tener fe o no tenerla. Ser creyente o no serlo. Andar por la vida convencido de que las autoridades sanitarias de todo el planeta, Estados Unidos, Rusia, Japón, Israel, Reino Unido, Europa… han conspirado para enfermarnos a todos. O bien, la otra opción: confiar en que los profesionales de la sanidad de esos y otros países han cumplido con su deber de celo en el cuidado del ciudadano, comprensivo del permiso emitido para que determinados productos se comercialicen para el común de los mortales, incluidos los propios gobernantes.

¿Dónde reside la verdad? ¿Existe la verdad, en cualquier caso? ¿Qué diferencia hay entre una Astrazeneca, una Pfizer, una Moderna, una Sputnik? ¿Hay diferencia? ¿Se han vuelto locos todos los países que proponen una vacuna como respuesta a la infección? ¿Realmente quieren enfermarnos a todos? ¿O tal vez quieren meternos un bicho en las entrañas que sirva para controlarnos en el futuro?

Hombre, uno respeta a todos, por supuesto. Si alguien piensa que las vacunas son un error, que es mejor no ponerlas, pues esa persona es dueña de su cuerpo y puede hacer con él lo que quiera.

Pero… y si eso que quiere dicha persona afecta a mi salud… ¿entonces qué hacer?

Me da la impresión de que las personas que militan contra las vacunas del covid no piensan que exista una conspiración de los Estados del mundo para enfermar a todo el mundo. No veo plausible que se pongan de acuerdo China, Rusia, Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Europa o Israel en nada. Menos en dar por saco a su propia población, en un asunto como este donde los diversos países en realidad compiten por lograr una mayor penetración de sus vacunas y, consecuentemente, de sus farmacéuticas.

No.

Me da la impresión, y sigo el razonamiento, de que quienes están contra las vacunas realmente piensan que existe una conspiración, pero no de los países, de los Estados, de los gobiernos, porque eso es difícilmente defendible. ¿Por qué un gobierno querría a toda su población enferma? Un gobierno quiere una población sana, con un coste mínimo de sanidad, para que le sobren perras para dedicarlas a otra cosa, digo yo.

Más bien percibo que existe una corriente de pensamiento que está a favor de la teoría de la conspiración de una serie de individuos malos malísimos, que han logrado lo siguiente:

–Una vacuna (varias en realidad) que dañe a la población de algún modo no definido claramente.

–Engañar a todos los gobiernos, a todos, incluso aquellos más cautos y preparados.

–Engañar a todos los sistemas sanitarios de todo el planeta. A todos. Al de España, al de Estados Unidos, al de Alemania, al de Japón… al de Israel….

–Una vez engañados gobiernos y sistemas sanitarios, convencer a los gobiernos, Estados y sistemas sanitarios que hay que pinchar a todo el mundo.

–Una vez pinchados todos, ya tenemos a la población del planeta a nuestra merced para lograr nuestros fines: ver si ese fin de semana vamos a la playa o no, meternos grafeno en la sangre para que el móvil se nos pegue al brazo, saber dónde estamos… como si no se supiera ya… esas cosas.

De ese modo, estos malos malísimos infiltrados en las farmacéuticas habrían demostrado ser más listos que todos los Estados, que todos los gobernantes, que todos los gobiernos, que todos los sistemas sanitarios, que todos los científicos, que todos los investigadores, que todas las revistas de divulgación, que todas las estadísticas. Que todas las realidades en forma de millones de ciudadanos y ciudadanos que, como el que escribe, han tenido como efectos secundarios estar un día medio mamado y con el brazo dolorido.

Repito, yo respeto a todos de verdad. Si alguien quiere creer eso, es decir, si alguien decide que los Estados son tontos, los sistemas sanitarios también, y de paso todos los gobernantes y los altos funcionarios de todos los países del planeta, vale. Lo acepto.

Pero, por favor, no me digan que dicha creencia tan encendidamente defendida se basa en, por ejemplo, que alguien escribió en un artículo en alguna revista acerca de que otro alguien tuvo un incidente cuando se le cayó un euro y se le quedó pegado en el tolete, o que hay alguien en algún sótano mugriento, o en la lujosa sede en el piso sesenta de algún edificio lujoso de alguna capital mundial, mirando un ordenador y frotándose las manos porque muahahaha, el mundo pronto será mío.

No crean en las vacunas si no quieren, pero busquen algo más coherente.

Que uno también ha estudiao, coño.

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