FLACO CONSUELO

Tenerife…, Canarias, en general, es una anomalía climática, tal vez fuera mejor decir que es una especie de excepción en los modos en que este planeta tiene para comportarse con los seres que deambulamos por él. En no pocas ocasiones nos hemos asombrado de la maravilla de unos simples vientos, que convierten un territorio llamado a ser desértico en un vergel.

Hoy somos testigos de una catástrofe brutal, que muestra sin pudor alguno la capacidad del ser humano para destruir el bien de todos. Como decía el profesor, hacen falta conocimientos, planos, organización, dinero, coordinación, pericia y demás para construir cualquier cosa. Para destrozarlo, basta con un martillo y con un imbécil dispuesto a mal usarlo. Como decía mi sargento en la mili, las armas las carga el diablo. Pero siempre las dispara un gilipollas.

Hoy somos testigos de la importancia que tiene para el ser humano el que casi la mitad de la superficie de Tenerife sea protegida. De este modo, se protegen los montes, pero en una situación como la que vivimos también se protegen a las personas, que se ven obligadas a vivir junto a la costa, con la consiguiente limitación territorial, pero que quedan fuera del estropicio botánico, animal y natural que hoy se destruye lentamente.

Esto me hace pensar dos cosas.

La primera, las normas, por mucho que duela, tienen sentido y hay que atenderlas. Y un terreno protegido, protegido debe quedar.

La segunda, si bien hay bienes que no tienen precio, hay situaciones cuyo coste es inasumible, pues supone el cambio en la calidad de vida de miles de seres humanos que asistimos, impotentes, al sinsentido.

Lo que hoy vivimos es la destrucción de la belleza, del equilibrio, de la excepcionalidad, de la riqueza, expresada esta en los términos más sutiles que podemos experimentar.

Si hay alguien responsable de lo que está ocurriendo, espero que reciba su merecido en una prisión durante mucho tiempo.

Flaco consuelo, joder.

Flaco consuelo…

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