GULLO

En algún momento del documental España, la primera globalización, dirigido por José Luis López-Linares y en el que participaron numerosas personas de un lado y otro del océano Atlántico, alguien afirma que “España necesita recuperar su Historia”.

La verdad es que, más allá de la intencionalidad de la frase, que es obvia, yo discrepo. Porque España no necesita recuperar su historia. Es la América de habla española quien lo necesita. España está muy bien donde está, haciendo lo que está haciendo, más allá de opiniones diversas acerca de este o aquel asunto.

Porque lo cierto es que, en las distintas guerra por la independencia de los estados americanos del sur, a los peninsulares los echaron. Bien, están en su derecho, por supuesto, y también están en su derecho para escribir su propia historia independiente. Por supuesto también. Tras eso, y durante muchos años, españoles de la península y también de Canarias, encontraron en esa América el futuro que su propio país les negaba, y no es necesario abundar en detalles de cómo Canarias creció y se construyó en gran medida gracias a la emigración a América. Cuba primero, luego Venezuela. Durante muchos años, estos países americanos eran el paradigma del progreso, del crecimiento, de la modernidad.

Pero en algún momento esto se truncó. Tal vez por las guerras entre países por territorios, o por atesorar el poder político, tal vez por influencias extranjeras no deseables…, por lo que sea, pero se truncó, y a partir de algún momento, los países americanos cayeron en una espiral negativa que los ha convertido en sujetos de estados extranjeros, intereses particulares, totalitarismos trasnochados, discursos buenistas y, por supuesto, búsqueda implacable de culpables por su mala racha, que ya dura bastante.

En esta búsqueda de culpables, España tienen un papel preponderante, y además pacífico, pues damos por demostrado que algo malo hemos de haber hecho, y perdemos la batalla del relato por incomparecencia siempre.

Siempre… hasta que unos cuantos han levantado la mano en clase para decir aquello de… “oiga, yo no estoy de acuerdo”.

María Elvira Roca Barea nos ha inundado de datos al respecto, pero también otros autores como el colombiano Pablo Sicilia, el divulgador argentino Patricio Lons o escritores poco sospechosos de estar alienados, como por ejemplo el americano Lummis, el francés Joseph Pérez o el americano Stanley Payne, entre otros.

El asunto está claro. Demostrado. Comprobado. Pero algunos niegan la mayor, tratando de dar pábulo a cuentos que justifiquen una situación negativa, motivada por una sucesión de hechos, históricos y presentes, que no es momento de analizar por profuso y complejo, pero que tiene algunas consecuencias lamentables.

Una de ellas, el reciente ataque sufrido por Marcelo Gullo, escritor de éxito y divulgador muy activo en todos los frentes, también el audiovisual, a favor de España o, mejor, a favor de abrir los ojos, analizar la realidad de la hispanidad y tratar de ser un poco objetivos con esta.

En mi opinión, la violencia es el argumento del incapaz, el llamado de la impotencia, la manifestación más lamentable de la ignorancia.

Sin embargo, no se puede poner puertas al campo. En este mundo de locos que habitamos, algo ha comenzado a cambiar. Y los hechos son tozudos. Son los que son.

Mientras tanto, y desde el respeto a cualquier opinión y sensibilidad, yo digo que no a la violencia.

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