LA DIRECCIÓN Y EL SENTIDO

Cuando Edgar Hoover entró en la habitación número 3323 del hotel New Yorker, allá por 1943, su inquilino hasta ese momento, Nikola Tesla, seguramente el mayor genio de todos los tiempos, había fallecido dejando huérfanas sus incontables patentes e inventos, cifradas en algún lugar entre las 700 y las 1.600, algo imposible de verificar por seguir bajo el secreto de Estado más absoluto. El serbio pasó a la historia como el sabio que se volvió loco y terminó empleando sus días en alimentar a las palomas que allí lo visitaban.

No fueron pocos los desencuentros que tuvo con financieros como J.P.Morgan, o con científicos como Edison, que nunca entendieron su obsesión por el altruismo. En la mente de Tesla siempre vivió la idea de que la energía que puebla nuestro planeta puede ser puesta a disposición del pueblo de forma limpia, ilimitada y gratuita, algo que no casaba (ni casa) con la mentalidad de este planeta, que ve en la formación de capital una tarea perentoria.

El debate de una energía así no es algo de otros tiempos. Más bien está de rabiosa actualidad, especialmente ahora que unos y otros sacan a relucir la hemeroteca para poner al descubierto que el asunto no es tan sencillo como una arenga al público. Parece que la energía se mueve en una única dirección. En sentido ascendente, la gente ha de pagar dinerales por la energía. En sentido descendente, los impuestos cubren el déficit tarifario. Pero las fuentes de energía siguen siendo las que son, y el frío sigue siendo frío. Y cuando hay que tirar de electricidad, o de gas, o de gasoil, las leyes del mercado mandan.

Nos cuentan de reformas legales, de cambios que se vienen, pero a poco que se conozca el funcionamiento del mercado mayorista de la energía llega uno a la conclusión de que no es simplemente una cuestión de voluntad. Lo es también de capacidad.

Pero tal vez esto no sea un asunto unidireccional, independientemente del sentido en el que nos movamos.

De tal modo, me llama la atención que este hecho se erija como asunto de actualidad justo cuando sale a la luz que un tipo, ingeniero y economista, se ha convertido en el hombre más rico del planeta por haberse triplicado el valor de sus empresas en el año de pandemia. Elon Musk ha destronado a Jeff Bezos ante el asombro de propios y extraños.

Pero… ¿realmente el vehículo eléctrico funciona? (vehículo llamado Tesla, todo sea dicho).

Un dato llamativo. Mientras la empresa de Bezos (Amazon) ha crecido un 57% en el último año, la de Musk lo ha hecho en un 650%. Con una diferencia: Bezos tiene casi el 60% del mercado en el que opera, y Musk (empresa de vehículos Tesla) sólo el 1,5%. O sea, que el segundo tiene un margen para crecer ilimitado.

La energía sigue siendo, por tanto, un asunto estrella para el ciudadano de a pie, por lo que parece. Y es curioso que su máximo exponente sea, como lo fue Nikola Tesla, un tipo que se pasa por el arco del triunfo las leyes del mercado. Sólo que en este caso, el hombre tiene dinero. Y lo ha sabido aprovechar.

Y parece que su estrategia ha sido dibujar nuevas líneas direccionales.

Algunos de sus proyectos son el establecimiento de ciudades en Marte, túneles bajo Los Ángeles que permitan desplazarse a largas distancias en minutos, internet en el espacio (ya ha mandado los satélites allá arriba), células de energía domésticas, el vehículo autodirigido (no está mal si uno se toma dos vasos de vino con los colegas) o el avión eléctrico de despegue vertical. Atención a las próximas noticias de este último. Siempre he pensado que viajar en avión es cada vez peor para el usuario. Nunca he entendido por qué tienen que aterrizar a 250 km/hora en una pista de 8 kilómetros y por qué tengo que ir sentado como una sardina en lata comiendo plástico. Mi ilusión es ir de pie echándome un cortado en la barra mientras viajo a Madrid, igual que lo hago en el ferry de Agaete.

¿Es Musk el nuevo Tesla? El nombre de su coche eléctrico es toda una declaración de intenciones, desde luego. ¿Nos dará energía de fabricación propia que nos libere de la engorrosa factura de la luz? ¿Nos llevará a Madrid de pie echándonos un cortado en la barra del avión tras un despegue vertical? ¿Nos llevará a través de Los Ángeles en 6 minutos a 250 km/hora bajo tierra? ¿Nos llevará a Marte?

¿O el hombre está más pallá que pacá?

Desde luego, hay dos diferencias notables con Nikola Tesla.

Por un lado, no tiene que pedir perras a nadie.

Por otro, la bolsa dice que el tipo sabe lo que hace.

Y la bolsa a veces acierta.

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