LA ENCRUCIJADA DEL PNV

Lo flaco de nuestra memoria es algo verdaderamente curioso.

En 1989 cayó el muro de Berlín, ese que separaba la República Democrática de Alemania de la República Federal de Alemania, también denominado “de la vergüenza”.
Llamar Democrática a la RDA es emplear un eufemismo de tal calibre que llega a redefinir el término. Era el país de la temible Stasi, o de La Vida de Los Otros, película que si no han visto recomiendo encarecidamente.
El alemán ha sido, seguramente, el mayor experimento social realizado hasta la fecha: un mismo pueblo, una misma historia, una misma cultura, una misma lengua, unas mismas tradiciones… Pones un muro en medio e implantas el comunismo a uno de los lados. En este caso, en la RDA. Quitas el muro cuarenta años más tarde. Resultado: de un lado al tercer país del planeta por riqueza (la RFA). Del otro, un país del tercer mundo (la comunista RDA).
Ya nadie se acuerda de eso. Seguramente tampoco los que han propiciado lo ocurrido recientemente en el parlamento español. Los del voto clave. Es decir, el PNV, que ahora está en una encrucijada.
Todo el mundo sabe que la tradición empresarial que tiene el País Vasco es algo fuera de cuestionamiento. Son un pueblo comprometido con la empresa, especialmente con la industria pero, sobre todo, con los emprendedores. Un ejemplo de buen hacer que se traslada a la práctica mediante las mejores cifras de empleo de toda España. La base para ello: el empuje personal, el apoyo de las instituciones, economía colaborativa como en ningún otro lado –hay alguna cooperativa que asombra a propios y extraños– y el fuerte arraigo de la empresa familiar.
Su partido insignia, el PNV, con fuerte implantación en el Parlamento español, se vio compelido a tomar una decisión: apoyar la corrupción del PP (sic) o apoyar los aires de renovación y progresismo del PSOE. Para esto último era necesario obviar la corrupción de este PSOE. Por no hablar de la del resto de los partidos del arco parlamentario, algo de lo que no se debe hablar porque queda feo.
Parece que les costó decidir, y la moción de censura no tuvo lugar hasta que ello ocurrió. Apoyarían a los renovadores.
Estos “renovadores de la democracia”, lo primero que hicieron fue crear un consejo de ministros con presidencia, cuatro vicepresidencias –sí, cuatro– y dieciocho ministerios –sí, dieciocho. En total veintitrés personas para un consejo de ministros que en cualquier otro país homologable con nosotros no pasa de trece.
Vale.
Luego ha llegado el bicho, y lo primero que han hecho los renovadores ha sido establecer mando único, algo que encanta a los vascos. Han asumido las competencias de los que trabajaban contra el bicho en primera línea, es decir, a las comunidades autónomas, y han puesto al frente a un filósofo sin experiencia en sanidad, con la ayuda de un señor que dijo aquello de que “en España, si acaso, tendremos algún caso aislado”. Pero tiene currículum, así que no pasa nada. Cuando uno mete la pata en su empresa y lo van a echar, con decir “oye tío, que tengo un máster”, entonces no te echan. ¿Verdad que no?
Se han dedicado a parir normativa paliativa sin consensuar, aclarando dudas en Twitter y poniendo por delante a los ministros del PSOE para que se lleven las tortas, ya que los de sus aliados Podemos no se sabe nada…
Bueno sí, se sabe que el vicepresidente quiere tres cosas, a saber:
–Revisar el modelo de Estado, con eliminación del rey. Es un momento estupendo para ello. La gente no está en otra cosa.
–Asumir la dirección del CNI en su calidad de Vicepresidente de Derechos Sociales y Agenda 2030. Como todo el mundo sabe, el CNI básicamente se dedica a desarrollar una labor social
–Vigilar a ver qué escriben los ciudadanos en las redes. Ya ha dicho que la libertad de expresión se garantiza mediante la eliminación de todos los medios privados de comunicación. Tal vez sea un poco pronto para eso. Pero está en agenda.
Los vascos deben estar encantados. Un pueblo fuerte, decidido y trabajador, que saben manejar sus dineros y que grita a diario por más autogobierno, por eliminar el centralismo y el control de Madrid. En respuesta al órdago, lo que han conseguido ellos solitos es poner a esta gente en el mando, que tiene en su agenda todo lo contrario: el control absoluto de absolutamente todo.
Ahora ya no dicen eso de “Mariano, da menos leña y más grano”. Porque saben que no hay grano. Ni lo habrá. El déficit de España pasará del 10%, el PIB de España bajará otro tanto, la deuda pública de España se va a ir al 130% del PIB y los fondos del MEDE nos observan a España. Y ellos SON España. Europa simplemente espera a que los cojamos.
Estos fondos no son gratis. Las tijeras de la troica también espera para rebajar gasto público, nóminas de funcionarios, de pensionistas… y vete tú a saber qué más. Por supuesto, la agenda del autogobierno quedará para otra ocasión.
El PNV vio la oportunidad de torcer el brazo al Estado español, y ha participado en una operación que va camino de precipitar la ruina de España (hay niveles de ruina, pero estamos en el peor de los escenarios) y de los españoles. Y, repito, Euskadi es España. Al menos de momento.
Como lleguen los “hombres de negro”, algo que la mayoría de la gente no sabe lo que son, muchos se van a enterar del verdadero significado de la palabra “recorte”, y más de uno, y de una, va a darse cuenta de lo que logró Rajoy en 2013 evitando un rescate que nadie aún entiende muy bien cómo evitamos.
El PNV metió la pata. Conocen el percal, y saben que no se puede ir a Europa a pedir dinero con 23 personas en el consejo de ministros y sin cuadrar las cuentas en casa.
A ver cómo le explica Sánchez a Iglesias que, o hacen los recortes, o España echa la persiana. A lo mejor Zapatero le explica cómo.
Al fin y al cabo, él ya lo hizo en 2010 y tiene experiencia.
Mientras, el PNV seguirá deshojando la margarita…

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