LA HISTORIA COMO INSTRUMENTO

De chico, la ausencia de silla de montar de los indios en las pelis del oeste me llamaba mucho la atención, porque me daba la sensación de que los pobres se machacaban los cataplines. Imaginen ustedes, a galope tendido por esos desiertos de Dios, escarranchados y sin apoyo para los pies que propicie alivio a las joyas de la familia.

Normalmente, cuando los europeos (nunca españoles, en cualquier caso), llegaban para colonizar algún territorio “no explorado”, aparecían esos indios sobre algún altozano erguidos en sus caballos y orgullosos de su casta.

Todos terminaban invariablemente muertos a manos de los valerosos hombres del general Custer, o el equivalente similar, claro. Les estaba bien empleado, por no dejar a los probos colonos plantar sus lechuguitas tranquilos, que al fin y al cabo no se metían con nadie.

Pero claro, uno se pregunta: ¿Cómo es que esos indios iban a caballo?

Tal vez fuese procedente analizar un poco la historia, porque, ¿había caballos en América antes de la llegada del malvado Colón?

Ni uno.

Tras el búfalo, el animal más grande que había en América por aquel entonces era el hombre.

A ver, entonces, si en América no había caballos… ¿cómo es posible que una tierra ignota, es decir, teóricamente no explorada por el “hombre blanco” –al fin y al cabo a aquello se le denominó “la conquista del oeste”, ¿no?–, se encontrase poblada por indios que montaban a caballo agarrados a sus crines?

Caballos que, por otra parte, retozaban libres por aquellos andurriales hasta que a alguno de los indios le daba por agarrarlo para que le hiciera de taxi.

La respuesta es bien sencilla. Eran caballos allí llevados por los españoles. Unos doscientos años antes. Españoles que tuvieron sus escaramuzas con los indios, y que finalmente se convirtieron en acuerdos y treguas que se tradujeron en respeto por las leyes de Castilla, las Leyes de Indias, y libertad para seguir viviendo como mejor les pareciera.

De tal modo, el motivo por el cual dichos caballos corrían libres, y de paso los indios también, tenía una base jurídica, en realidad. Tras los excesos de los primeros años de conquista española, y consecuencia de las denuncias de unos y otros, la cédula real de 20 de junio de 1500, promulgada por Isabel I de Castilla, prohibió la esclavitud y devolvió las tierras a los indios esclavizados. El asunto trascendió y algo más tarde, las Leyes de Burgos, promulgadas en 1512, fueron el resultado de la primera junta de teólogos y juristas que resolvieron que el indio era libre, tenía derecho a ser propietario y no podía ser explotado. Sí, el lector o lectora puede ponerle todos los peros que quiera, así como analizar las particularidades execrables que evidentemente existieron. Pero lo que emanó de las Cortes españolas fue lo que fue.

Las leyes de Burgos se consideran hoy las precursoras de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional, por cierto, algo que hoy nos parece natural y que se invoca tan a menudo. Fue de este modo que los españoles se adelantaron varios siglos a lo que estaba por venir.

Por eso, los indios que montaban sobre caballos españoles vivían libres en lugares con nombres tan anglosajones como Nevada o Colorado. En libertad bajo dichas Leyes de Indias, entre otras. No quedan muchos de esos indios hoy. Tal vez cabría preguntar por qué.

Bien, pues en ese gran país, tan apreciado por mí, que tan bien me ha tratado y donde tengo amigos muy queridos, alguien ha decidido obviar todo esto y muchas otras cosas que la historia nos brinda, para quitar la estatua de Isabel I de Castilla del capitolio californiano por su supuesta nefasta influencia en la vida de los indios.

No parece proceder decir nada acerca de la estatua de, pongamos por caso, Leland Stanford, conocido promotor del ferrocarril sobre las espaldas de esclavos chinos de infausto final, a la sazón fundador de la prestigiosa universidad. Por no hablar de los esclavos que tenían Washington o Jefferson en sus respectivas haciendas, sin ir más lejos. Esos esclavos parece que estaban bien, por lo visto.

Hoy da la impresión de que el triste suceso que propició la violenta muerte de un afroamericano en un control policial es culpa de la herencia hispánica, que hace cinco siglos ya debatía y aprobaba leyes mucho más igualitarias de lo que era razonable para una época medieval, no lo olvidemos. Ni siquiera analizando dichas leyes desde la mentalidad actual estoy muy seguro de que salieran demasiado malparadas.

Es tan patente como lamentable la instrumentalización de la Historia, con España en el papel que siempre juega, es decir, el malo necesario para otorgar una coartada a los defectos de otros que nada conciernen a nuestro país. No es el primer país que lo hace. No creo que sea el último.

Nuestro país es y ha sido un gran país. El “más mejón”, que diría un gaditano.

Pero nuestro silencio cómplice, unido a la acción de unos políticos que instrumentalizan la protesta de no pocas víctimas que no se caracterizan precisamente por conocer su propia historia, se han encargado de estigmatizarlo una vez más.

Total, ¿qué es una raya más para un tigre?

5 Comments
  • Javier

    julio 14, 2020 at 9:33 pm Responder

    Gracias. De acuerdo con usted. El humor y la ironía son excelentes instrumentos para la reafirmación de nuestros pueblos respectivos.

  • Marianela Aguilera

    julio 13, 2020 at 7:36 pm Responder

    very good! usted tiene profundidad y lo demas es cuentoooo!!!

  • Anónimo

    julio 12, 2020 at 1:05 am Responder

    Excelente reseña, y muy útil en los tiempos que corren.
    Echo de menos unos buenos grabados, con ironia y humor sobre estos temas, poniendo bien claro el papel de cada pueblo en la historia de América.

    • Anónimo

      julio 14, 2020 at 9:31 pm Responder

      Urge, en mi opinión, restablecer el lugar que corresponde a España como el país que formó parte de un cambio en la Historia del mundo para vertebrar una sociedad plural y rica como es la de la América de habla española. Algún día nuestros hermanos americanos verán que el futuro está en nuestras manos.

    • Anónimo

      julio 14, 2020 at 9:32 pm Responder

      Gracias. De acuerdo con usted. El humor y la ironía son excelentes instrumentos para la reafirmación de nuestros pueblos respectivos.

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