LO QUE QUEDA PARA QUE TE TOQUE.

Está el patio revuelto. Lleva así un tiempito ya, pero en este caso lo está por la panda de caracabras a los que no se les ha ocurrido otra cosa que salir a la calle a hacer el tolete, colgándose de las farolas y cogiéndose pedos como si hubiese terminado la guerra mundial.

En el otro extremo, algunos sectores de la sociedad afirman que vivimos en un país de imbéciles, como si todos los españoles estuviéramos colgados de las farolas con una botella de ron barato por montera.

En medio de ambos, los que gobiernan ya han preparado un tsunami legislativo, consistente en endosar a las comunidades autónomas competencias que no tienen para fines inalcanzables por ellas.

Porque, verán, son ya bastantes los jueces que afirman que hay dos tipos de medidas:

–Las primeras son aquéllas que afectan a la regulación de horarios de negocios. Aquí son plenamente competentes.

–Las segundas, aquéllas que inciden en los derechos fundamentales de la peña. Movilidad, reuniones, confinamientos y demás hierbas. Aquí no son competentes, digan lo que digan desde Moncloa que, ignorando lo anterior, han parado el balón con el pecho y han desviado de tacón a córner. Que se busquen la vida las autonosuyas.

La inseguridad jurídica y el caos legal están servidos, y la coartada para echar la culpa al árbitro, garantizada. Mientras unos y otros tribunales se pronuncian, a los sufridos dirigentes autonómicos no les queda otra que ponerle una velita a quien mejor consideren, para que mientras la vacunación avance no haya una quinta ola que puede ser devastadora.

Solo la proclamación de un estado de alarma como el que finaliza hoy día 9 puede limitar los derechos fundamentales del individuo antedichos. Y si no existe, me temo que las autonomías no tienen otra alternativa que dar caña a sus servicios médicos para poner vacunas a ritmo de batucada. Si llegan, claro.

Ahora, para que lleguen hay que estar a lo que se negocie por las autoridades europeas, que van más bien a ritmo de samba.

Y es que, si atendemos a las características de las vacunas actuales, estas pueden mitigar en parte el efecto del bicho, pero está claro que los vacunados pueden seguir contagiando, a pesar de que ellos no sufran el virus en toda su plenitud. Si consideramos que los no vacunados son los de sesenta para abajo, este escrito ha de ser entendido en el sentido de que conviene que nos bajemos de las farolas y tomemos el ronito en casa mientras las vemos venir. Falta todavía mucho, y muchos pueden morir, cojones.

Entretanto, uno aquí manteniendo el toque de queda, y mirando a ver cuánto queda para que le toque.

Si al menos pudiésemos recibir la vacuna española, estaría uno más tranquilo. Esa vacuna que tiene un 100% de efectividad, que es intranasal y que precisa de una única dosis. Y que tiene dos características: no solo te inmuniza. Es que, además, quien la reciba no contagiará a nadie.

Porque como sabemos los que peinamos canas, la (vacuna) española cuando besa… es que besa de verdad.

(Y perdón por la broma, pero o le echamos humor o se nos agria el café)

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