MIOPÍAS Y DESENFOQUES

MIOPÍAS Y DESENFOQUES
 
Es un hecho que estamos colonizados desde hace décadas. No del modo que habitualmente se entiende el concepto colonización, es decir, país que viene a otro y explota sus recursos naturales aprovechando su miseria para contratar a precio de saldo, comprar, saltarse las leyes o directamente cambiarlas. No. Estamos colonizados culturalmente, lo cual es algo aún más profundo, porque el país/es colonizador/es pasan a vendernos una realidad que se adecúa a la suya de un modo tan atractivo que de forma indirecta pasamos a considerar dicho modelo como aquello a conseguir.
 
De este modo, todo el mundo sabe lo que es la Ruta 66, como consecuencia de una película, sabemos cómo es Wall Street porque nos lo han vendido en multitud de pelis, y también sabemos cómo son las casas americanas, con sus Station Wagon en la puerta y con sus garajes llenos de trastos. Hemos escuchado a Led Zeppelin, a Genesis, a los Beatles, a The Doors, a Frank Zappa, a Supertramp, a… sigue tú. Los despachos de abogados son esos sitios donde nadie estudia, alguien tiene una idea genial para ganar millones, cada episodio es una lección de vida y luego se baila en el cuarto de baño, como en Ali McBeal. El ideal bucólico es alguien que susurra a los caballos en Montana, o el lago Tahoe y sus cabañas de madera, ideal de retiro para muchos. Los Spring Break en Miami o el surf en California, o incluso el vino en la misma Sunny California han pasado a ser como esos santuarios a los que nos gustaría ir alguna vez. Ya si eso, replicarlo en nuestros propios países. Finalmente, en Yo a Londres y tú a California se resume lo bueno de ambos mundos, derrochando ese glamour que nos ha entrado por las pantallas de televisión, y que nos han explicado mediante pelis como La Jungla de Cristal o Sol Naciente lo malo malísimos que eran los japoneses cuando intentaban comprar América, o invadirla con sus Toyota, que es lo mismo.
Al final, cualquier trama que se ideara era destruida por un tipo que actuaba como un verso suelto, como un “outsider”, un rebelde sin causa que se daba de cates con un ruso sobre un ring para vengar a un amigo boxeador y, de paso, tumbar un imperio. O una secretaria que se revelaba como una genio en fusiones y adquisiciones como en Armas de Mujer, o bien un rebenque que pilotaba el avión en contra de la lógica para que en Top Gun se reconociera que el talento innato siempre sale a relucir.

La verdad es que me encantan ese país y sus gentes.
 
Vale como argumento cinematográfico, pero la realidad es otra. Hoy vemos cómo la supremacía norteamericana, indiscutible desde la II Guerra Mundial y apoyada con “los primos” británicos (cada uno con su propia idiosincrasia), no está tan clara. Durante cien años se han enfrentado a varios imperios, y siempre han salido vencedores. Dieron el golpe de gracia a la exigua España en 1898, en la guerra de Cuba, que supuso la pérdida de Filipinas, la isla de Guam, la propia Cuba y como bola extra Puerto Rico, que pasaba por allí. Luego se enfrentaron a lo que trató de ser un nuevo imperio austrohúngaro, plantándose ante el fascismo de Alemania, de Italia y de paso de Japón. Luego tocó Rusia, a la que vencieron por agotamiento y por las propias contradicciones del comunismo. Ahora le toca a China. Un competidor con 1.400 millones de personas que trabajan, trabajan y trabajan.
 
Hace años que leí la primera noticia sobre la nueva Ruta de la Seda, ese rosario de países sobre los que China quiere cimentar su nueva realidad en términos de dominio mundial. Lo cierto es que, hasta hoy, todo el que ha querido dominar el mundo se terminado atragantando. Pero los americanos lo han logrado durante todo este tiempo, tal vez gracias a esa maniobra mediante la cual el dólar-oro vino a sustituir al oro como referencia financiera, llevando la contraria al tan traído y llevado Keynes, que quería una divisa mundial que él llamó Bancor. No prosperó, y sí lo hizo la tesis norteamericana, y a partir de ese momento, acumular dólares era, literalmente, acumular oro. El dólar se convirtió en la moneda vehicular del planeta. Eso se pudo hacer porque al finalizar la II Guerra Mundial, Estados unidos tenía el 7% de la población de un planeta destruido, pero el 50% de su PIB.
 
Los imperios, sin embargo, tienden a colapsar (ocurrió con Roma, y también con España, a pesar de que teníamos el Real de a 8 con el que se compró Singapur, por ejemplo), y da la impresión de que el americano muestra cierta fatiga de materiales, que diría un ingeniero aeronáutico.
 
Los chinos hoy, sin embargo, suben a rematar todas las bolas a la red, seguros de que es imposible un “passing shot” de nadie, porque sus brazos son tan largos que ocupan toda la superficie.
 
Hay una pugna por el domino del planeta. China ha intentado primero, convirtiéndose en la fábrica del planeta y logrando la deslocalización industrial, dejando obsoletos a los denominados “tigres asiáticos”, es decir, Singapur, Hong Kong, Corea y Taiwan. Luego quiso que su moneda fuese vehicular, y probó sacar, por ejemplo, un contrato de futuros sobre oro para comprar petróleo a los rusos y pagar con su propia moneda, el remimbi. Pero ni así. mientras tanto, iban dando dinero a diestro y siniestro para desarrollar un área de influencia que va desde la misma China hasta… pues tal vez hasta Canarias. Inicialmente iba a terminar en Holanda, pero la visita del mandatario chino a Tenerife hace relativamente poco no parece ser una simple escala turística, la verdad. Se denominó la nueva Ruta de la Seda.
 
Pero al final, al menos para mí, se trata de una pugna entre oriente y occidente. Por tanto, en todo este fregado Europa ha pasado a estar en el centro del tablero. No porque los mapamundi lo coloquen ahí, sino porque estamos realmente en medio de los dos paquidermos. En tal contexto, mientras los chinos crecen en silencio, da la impresión de que en América han olvidado de que los europeos somos sus aliados históricos.
 
Por no hablar de que, desde siempre, los norteamericanos ignoran a los americanos del sur. En el “back yard” viven quinientos millones de almas, pasándolas canutas por diversos motivos que no siempre les son ajenos a los del norte, una realidad que tampoco parecen percibir.
 
Si quieres un mundo libre, quieres un mundo libre. Si no, no. No hay medias tintas. O todos ganamos perras y mejoramos nuestro nivel de vida poco a poco, o pasa lo que está pasando: que llega un tipo más grande y más fuerte y lo compra todo a precio de saldo aprovechando las situaciones de precariedad. Claro que la colonización realizada de este modo no tiene aspecto de ser cultural, sino más bien “manu militari”.
 
China tiene su plan de acción, en cualquier caso. Nada que objetar. Pero el mundo es muy grande, hay muchos recursos, suficientes para todos, y esto no es, como nos han contado, un juego de suma cero: no es que lo que ganas tú lo dejo de ganar yo.
 
No es así.
 
La riqueza se genera con base en muchas cosas. Y nuestro modo de vida se construye con una amplia clase media, libertad de opinión y derechos. En eso y en el buen gobierno, consiste la libertad.
 
Si los norteamericanos piensan que sin los europeos y sin los americanos del sur pueden hacer frente a China, en mi opinión se equivocan. Y ojalá no tenga yo razón, pero el tiempo hablará.
 
Y, en general, creo que los dirigentes occidentales, en general agobiados en cuadrar balances, miran hoy con gafas empañadas.
 
Deberían quitárselas y pasarles un pañito.
No Comments

Post a Comment