MUNDIAL

Hay cosas que a uno le cuesta entender. O mejor, directamente no entiendo.

Contra todo pronóstico la FIFA votó a Qatar, un país pequeño, con aproximadamente 2,5 millones de habitantes, con un calor en verano que suele superar los 50 grados centígrados, como el lugar más idóneo para la celebración del mundial de este año.

Ganó la candidatura de Qatar a la de Estados Unidos, que tiene bastante más población, metros cuadrados y no digamos tradición e infraestructuras deportivas.

Es decir, de todos los países que se habían presentado voluntarios, y que inicialmente pugnaban por llevarse la competición, la FIFA ha optado por un país que, básicamente, es un trozo de desierto inserto en la península arábica, con la población aproximada de Canarias donde, por otra parte, el fútbol no es precisamente santo de la devoción de sus habitantes.

Cuesta entender que esta candidatura sea más idónea que la norteamericana, o la mexicana, que inicialmente también optó por la organización, o la australiana, o la coreana o la japonesa. Cuesta entender que esta candidatura sea tan óptima como para que las competiciones de todo el planeta hayan tenido que detenerse este mes, porque es el único mes en que es posible competir en Qatar, que a pesar de ello andan por los treinta grados de temperatura. Cuenta entender que esta candidatura sea la más idónea, cuando en su equipo tienen diez jugadores nacidos en otros países y que han tenido que nacionalizarse. Diez de veintiséis. Cuesta entender que se hayan tenido que construir todas las infraestructuras necesarias, estadios incluidos, en tiempo récord, con las consecuencias por todos conocidas y que no voy a repetir aquí, para que no me llamen pesado.

Oficialmente, el motivo por el que la FIFA ha decidido optar por esta candidatura tiene que ver con el impulso del deporte allá donde no se juega habitualmente. Es por ello por lo que los responsables de la FIFA afirman haber escogido esta sede.

Pues no sé.

Hoy, el rechazo de nuestra sociedad es manifiesto, algo que se puede palpar hablando con cualquiera, o entrando en multitud de webs y noticieros. Porque en nuestro mundo estamos acostumbrados a opinar sobre todo aquello que nos viene en gana, a decir lo que nos da la real gana, y un país que pasaba desapercibido ha pasado a colocarse en el centro del foco, voluntariamente y tras pagar dinerales en construcciones y demás, sin pensar que, precisamente por este hecho, también han pasado a estar en el centro del foco de las opiniones… de todo aquel o aquella que quiera opinar.

Al respecto, nos dicen una y otra vez que respetemos. Que respetemos. Y sí, respetemos, pero respetemos también la bendita libertad de expresión que tantos muertos ha costado durante tantos siglos, digo yo.

Al final, años de esfuerzo, de dinero, de discursos, de buenas intenciones, y tal vez no tan buenas, para que las críticas a la FIFA, al país organizador y al “sursum corda” lleguen como un torrente.

De paso, para que en el partido inaugural el equipo de Ecuador pase por encima del equipo anfitrión, formado por extranjeros nacionalizados en una proporción alarmante.

Porque, al final, el fútbol es un deporte donde juegan once contra once, y donde gana quien mete la pelota más veces en la portería contraria.

Y ya está.

 

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