MÚSICA

Ruido, como dijo Sabina; mucho ruido. Tanto tanto ruido… Porque cuando ocurre algo así, todos quieren alzar la voz. Aquellos que piensan que esto es un ataque intolerable a la libertad, a nuestro modo de vida que ofende a los totalitarios. También aquellos que piensan que esto es la consecuencia de nuestros propios errores, sembrando caos, injusticia y destrucción allende los mares. Por supuesto, aquellos que piensan que el mal habita lejos, en montañas lejanas y desiertos olvidados, como alguien apuntó hace mucho. Y que hay que combatirlo, preferiblemente de forma preventiva. Y que hay que exportar la democracia esa tan buena que tenemos aquí de toda la vida, y a la que ¡qué cosas!, hemos llegado después de milenios peleándonos con todo aquel que hemos podido. Y también que debemos exportar el estado moderno a todo el planeta, ese al que hemos llegado tras ¡qué cosas!, pasar por siglos, incluso milenios, de poder y riquezas para unos pocos y servidumbre y miseria para los demás. Ahora, nos explican, eso no pasa. Como todo el mundo sabe, ahora el poder está en nuestra democracia, en manos de todos, y la miseria y la pobreza están en franca recesión, como bien dicen las estadísticas.

Tanto tanto ruido.

Ruido que poco importa ya a las veinte nacionalidades que se han visto arrolladas en plena calle, un día cualquiera, en una ciudad que amamos todos aquellos que la hemos visitado. Un ataque a la humanidad, como dijo un buen amigo. Un ejemplo de cómo la barbarie no tiene que ver con edades, procedencias, ideologías, condiciones, creencias, haciendas o condición física. La barbarie, que se desata de repente, en forma de algunas células que comienzan a funcionar al revés y a reproducirse como locas. En contra de la programación natural. Para combatirlo, hemos desarrollado un remedio consistente en política de tierra quemada, en arrasarlo todo, en cortar por lo sano, aunque el huésped sufra, que ya se recuperará. Quimioterapia.

A veces funciona.

Según dicha teoría, existe un centro neurálgico al que atacar, y por tanto se prepara un ejército para luchar contra dicho centro neurálgico. Luego, claro, viene la metástasis, no se sabe aún cómo.

Hay quien piensa que a estas alturas, todo da igual, que moriremos todos. Que esto lleva gestándose ya mucho tiempo, y que no tenemos ni idea, y que lo mejor que podemos hacer es poner la escopeta al lado del sofá y esperar tranquilamente a que lleguen, leyendo a Quevedo, o a Cervantes, o a quien sea, para comenzar la balacera. Porque llegar, según estos, llegarán.

Seguro que hay mucho odio acumulado en demasiada gente, que no dudarán en funcionar al revés de todo, y en inocular su resentimiento a cualquiera que pase cerca de ellos.

Pero a mí no deja de llamarme la atención cómo últimamente tratan de alzarse algunas voces que habla de la inmunoterapia. Que el propio sistema inmune se reeduque, para que esas células que comienzan a funcionar al revés, no lo hagan. Porque está demostrado: las células sanas somos más. Muchas más. Somos la inmensa mayoría. Y además tenemos capacidades que no utilizamos como debiéramos. Como la de componer una canción que todos seamos capaces de entender, de aceptar, de disfrutar.

Porque al final, como dijo Sanz, solo quedará eso. La música.

 

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