NUBES

Observaba asombrado el reloj de última generación con su brillante pantalla negra, ese inquietante black mirror al que ya nos vamos acostumbrando. Su forma ovalada, parecía esperar en silencio a que algún movimiento de la muñeca de su portadora le incitara a mostrar unas brillantes letras luminiscentes, con capacidad para explicar lo impensable.

–Me dice este que duermo mejor que el 15% de la población –indica la propietaria mirando también la pantalla.

Tuve que pensar un rato para concluir que el 85% de la población duerme mejor que ella, cosa que le indiqué, a lo que me contestó que los resultados siempre los presenta el reloj en positivo. Nunca en negativo.

Joder con la tecnología.

Le pregunté que cómo sabe eso el relojito de marras, y me dice que son datos que proceden de la nube.

Me recordó una conversación que a su vez me contó un amigo, testigo de la misma, de la que usted puede incluso intuir fecha y ubicación geográfica aproximadas.

–¿Qué coche fue el que te compraste al final?

–Un Fore Escore. De la Fe…

–¿Y anda eso?

–Eso arranca piche.

–Ya será menos.

–Anoche me vine pacá a más de mil…

–¿Ya le pusiste barras antirrevolcaduras?

–Claro. Tiene llantas de nemesio. Y faros pa nubes.

–Coño… ¿De qué color es?

–Azul mentalizado…

Te diré que en su día era lo máximo en tecnología.

Hoy le dices al coche a voz en grito que llame a la parienta, los limpiaparabrisas echan a andar solos, las luces se encienden cuando entras en un túnel e incluso el bicho te indica por dónde conducir para evitar atascos. La inteligencia artificial se está incorporando poco a poco a los vehículos, en una nueva versión del internet de las cosas ese (IOT) que ha convertido el aparato en un gestor de información que… ¿adivinan ustedes dónde va?

Pues a la nube.

La nube recibe los datos y los organiza, para que luego alguien se los venda a alguien para que ese alguien fabrique más cosas con más internet de las cosas y que nosotros las compremos y sigamos enviando información a la nube, en un círculo interminable en el que, finalmente, las cosas por lo visto somos nosotros.

De chico me decían que vivía en las nubes, señal inequívoca de que no tenía fundamento. Hoy, si tienes fundamento has de estar en la nube, donde están las cosas de todas las cosas.

Qué cosas.

Dentro de poco me subiré al coche de un amigo que, según me siente, me indicará que estoy durmiendo poco, y que tengo que comer más fibra porque llevo una semana que no hago caquita con fundamento. Seguramente será algún día que habré quedado para mandarme un chuletón y medio litro de vino, que por supuesto la información de la nube canalizada a través del coche se encargará de arruinar.

Así que, como venganza, ese día diré a mi amigo que lo que realmente quiero es un Fore Escore de la Fe con llantas de nemesio y faros pa nubes. Pa que mande esa información a la nube.

Al ver si a la nube le saltan los plomos. O algo.

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