PERCEPCIONES

Hace un par de años visitamos Nueva York. El guía turístico, que nos llevó a varios lugares señalados y de obligatoria asistencia, nos mostraba orgulloso los logros que para la ciudad habían conseguido algunas destacadas personas que, guiados por un ideal… y también por un rédito económico que el futuro pintaba para ellos, decidieron un buen día pasar de las palabras a los hechos y convertir en realidad sus sueños. Estos tenían forma de producto, de un edificio, de un proyecto, de un servicio… De lo que sea.

En una de dichas visitas, el guía nos preguntó: “¿Y ustedes, ya saben cómo van a ganar su primer millón?”

Todos nos miramos con cara de pato, claro. Era una sencilla pregunta que, formulada en Estados Unidos, sonaba normal, pero que seguramente en Europa difícilmente podrán a escuchar a nadie, porque la estética aquí es diferente.

Unos días después, en una visita a una ilustre tienda de la ciudad, entablamos conversación con las dependientas que allí trabajaban, que averiguaron nuestra procedencia. La pregunta que estas nos formularon fue casi inmediata: “¿Cómo lo hacen ustedes para tener sanidad gratis?”.

Era algo que les llamaba poderosamente la atención. Tanto que una de ellas nos indicó que, a pesar de vivir en una casa que había costado un par de millones de dólares (hablamos de una dependienta en una tienda de moda, en cualquier caso), tenía claro que determinados tratamientos médicos podrían dar al traste con la economía de cualquiera.

O sea…

Que en el mismo lugar donde nos hablaban de millones y de emprendimiento, nos preguntaban que cómo era posible que cualquiera aquí pudiera pasar por una cirugía mayor, por ejemplo cardiovascular, sin desembolsar una fortuna.

El equilibrio entre el emprendimiento, el progreso y la protección social es algo que se pone sobre el tapete de forma permanente cuando viajas a ese país, el mayor del planeta por PIB, y que no ha resuelto asuntos que aquí hace décadas que no se discuten. ¿Alguien piensa que es normal solicitar un préstamo para una cirugía cardiovascular?

Nadie.

De tal modo, es patente que en este lado del Atlántico nos llama la atención la facilidad que tienen al otro lado para generar fortunas provenientes al veces de una simple idea. En la otra orilla, muchos suspiran con una mayor y mejor protección social.

La perfección no existe. Tal vez el símil más acertado en que pueda pensar sería ese límite cuando x tiende a… lo que sea. Una línea que se acerca al objetivo, pero que nunca lo toca. Que se puede pintar en un gráfico, que se puede analizar, que se puede discutir, pero que nunca llega a su objetivo, si bien cada vez que la x progresa, se acerca más y más a su objetivo, hasta que la distancia se convierte en infinitesimal.

Tal vez sea mucho pedir a nuestros responsables públicos, pero este economista opina que lo deseable es lo deseable. Y que tan deseable es tener unos servicios públicos dignos y universales, como dejar mano abierta a los emprendedores para llevar a cabo sus proyectos con el debido apoyo por parte de los poderes públicos.

Lo que antaño eran buscadores de fortuna, soldados del rey que salían a esos mundos a encontrar tesoros que compartir con la corona, se han convertido hoy en empresas que salen al mundo a ofrecer bienes y servicios para mejorar las cosas… incluidas las finanzas de su propio país, siempre a remolque de las conquistas de otros, no lo olvidemos.

A veces vemos a determinados políticos denostar a estos emprendedores por sus logros, alegando como argumento su opulencia. Como mínimo, más de un político no duda en apuntarse algún tanto como consecuencia de que alguien ha tenido una idea, de que alguien la ha financiado y de que, finalmente, el público en general la ha comprado, en un ejercicio de oportunismo que parece haberse instalado en unos poderes públicos plagados de personas que, en realidad, no conocen el mundo real. Me atrevo a decir que a muchos, incluso, les interesa poco.

Recientemente hemos conocido un caso de un político salido de la política que ha acudido al mundo real con pretensiones inaceptables para un mercado que valora las aportaciones reales, y que no acepta el lenguaje político aplicado al mundanal mundo.

Una lección para muchos que pocos han aprendido, y que deberíamos poner en valor, en cierto modo para que se ponga en valor el valor (y valga aquí la redundancia) que tienen aquellos que tienen una idea, que la financian y que tiran para adelante a pesar de la enorme burocracia que nos rodea.

Abran los ojos, políticos. Ustedes únicamente administran una parte de lo que nosotros creamos. Nada más. Por supuesto, nada menos.

Pero han de saber que la protección social es un derivado de lo que pagamos entre todos, con una parte de los réditos de nuestra iniciativa. De nuestros desvelos.

En consecuencia, no es algo que pague el Estado, y mucho menos que debamos al Estado, como muchos nos intentan hacer creer. En parte de un contrato social que hemos suscrito los ciudadanos con el Estado que nosotros, como ciudadanos, hemos creado.

Porque nosotros somos el Estado.

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