PÍRDULA

Un amigo ingeniero me dijo, hace ya un montón de años, que le resultaba agotador negociar con ingleses. Me dijo que puedes tomarte semanas, meses, incluso años, discutiendo lo discutido, perfilando lo perfilado, matizando lo matizado, durante largas horas que se extienden hasta la madrugada para llegar a un acuerdo. Cuando al fin lo tienes y ves la luz al final del túnel, observarás que tu homólogo británico arruga la nariz y dice “no”.

Y vuelta a empezar.

Pues es, más o menos, lo que está ocurriendo ahora. El listillo del barrio solía pedir “pírdula” cuando estaba a punto de ser pillado en el juego de la quedada. Da la impresión de que, en este caso, los británicos la pedirán sabiendo que la desesperación ajena es una herramienta muy potente, que bien utilizada aporta no pocos réditos a quien la utiliza. Y mi impresión es que eso es, lejos de lo que opine la mayoría, más allá del ruido mediático y de las opiniones que se vierten en cascada en los diversos medios de comunicación, lo que está ocurriendo respecto al BREXIT.

Cuando Cameron planteó el referéndum, hace más de dos años ya, fue muy claro: “nosotros queremos un mercado único, nada más”. Traducido, interesa la Comunidad Económica Europea, no la Unión Europea. Es decir, déjeme usted comerciar libremente, ya que somos comerciantes, y no me imponga libertad para las personas. La inmigración, pero también la obligación de trasponer a la normativa interna del país todo lo acordado en el Parlamento de Estrasburgo, han sido los detonantes.

Ahora, creo yo, llevarán las cosas al límite, y finalmente lograrán una extensión de tiempo (por lo visto no se puede llamar aplazamiento, por alguno de esos matices jurídicos inexplicables. O sea, pedirán “pírdula”), y el mundo no se acabará el 29 de marzo. Luego seguirán negociando hasta el agotamiento, para lograr lo que quieren, que son tres cosas:

–Un mercado único de bienes y servicios, no de personas.

–Que no se vean obligados por ninguna norma emanada fuera de Westminster.

–Que no haya frontera en Irlanda.

Lo que ocurre es que en Europa ya saben cómo se las gastan. Una amiga que trabaja en la Unión Europea me ha pasado esta misma mañana la carta que Juncker ha enviado a Downing St., notificando su pesar por lo ocurrido ayer en Westminster, pero indicando también que el procedimiento de ratificación del Acuerdo de Salida sigue adelante. Y que el tiempo se acaba.

Y es que el tiempo se les acaba. Reino Unido ya cometió el error de rechazar la unión en una ocasión. Decidieron jugar a la contra, promoviendo la Asociación Europea del Libre Comercio junto a Austria, Dinamarca, Noruega, Portugal, Suiza y Suecia. La jugada les salió mal, y poco después solicitaron su entrada en la CEE. Entonces fue el general de Gaulle quien se negó. Tuvieron que esperar hasta que este saliera de la escena para lograr la aceptación del club, cosa que sucedió en 1973. Ahora vuelven a rechazar a Europa, pero en este caso lo hacen con un país dividido, e incluso con el partido tory partido a la mitad. 112 tories votaron en contra de su propia Primera Ministra ayer. La derrota más grande sufrida por un Primer Ministro en la historia del país. Un país en el que historia, haberla hayla.

Qué necesidad…

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