PISANDO VOLCANES

Este es un momento estupendo para permanecer en respetuoso silencio. Y usted dirá “pues aplícate el cuento, enterado”. Y tendría razón. Así que me disculpo de antemano, pero lo que se está viviendo en La Palma es un acontecimiento mundial, pues aunque haya volcanes activos a lo largo y ancho del planeta, este de Cumbre Vieja está ocasionando destrozos a la historia y hacienda de muchas personas que lo menos que merecen es ese discreto respeto. Todos los canarios, y por canario me refiero a cualquiera que viva aquí, haya nacido en Irlanda, Marruecos, Venezuela o el Líbano, estamos solidarizados, concernidos, pendientes, dolidos y preocupados por lo que ocurre en la Isla Bonita. Es muy duro ver cómo el trabajo de generaciones queda sepultado en segundos, a pesar de que algunos medios de comunicación (los menos) se lo tomen como fuegos de artificio, o simplemente como un medio de llenar contenidos que necesariamente han de llenarse con algo. La inmensa mayoría de los medios nacionales han sido exquisitos, informando, preguntando, preocupándose y esperando, que es lo que toca ahora. Dejar a los profesionales de la vulcanología, de los servicios públicos de sanidad, servicios sociales y seguridad hacer su trabajo dentro de las posibilidades que las circunstancias permiten.

Lo mejor dentro del desastre es que no ha habido vidas humanas en juego. Al menos hasta ahora. Bien por quienes velan por la seguridad de nuestros vecinos, amigos y familiares que allá moran. Lo peor es la incertidumbre que se abre relativa al futuro, porque el presente no ha terminado de destruir el pasado. Habrá que esperar un poco, luego evaluar y luego ayudar entre todos.

Hoy todos miramos hacia abajo, hacia nuestros pies, y recordamos que pisamos suelo volcánico allá donde miremos. En todas partes. En todas las islas, en cualquier rincón. Todo lo que pisamos, salvo la arena de Las Teresitas, proviene de las entrañas de la tierra, que un buen día pensó que este era un buen lugar para cambiar el paisaje.

Es verdad que, en otros lugares, el planeta se sacude el pelo o estornuda de vez en cuando y crea ciclones, huracanes, riadas y demás desastres naturales. Y es verdad que en dichos casos las vidas y haciendas de muchas personas también se ven en la picota.

Pero en este caso el planeta habla con voz propia, y muestra una ínfima porción de su verdadero poder. De lo que lleva en su interior. Y es muy poderoso.

Tal vez sea eso, precisamente, el factor diferencial canario. Nosotros, que asistimos permanentemente a hechos históricos, o interpretaciones de hechos históricos aquí, allá y más allá, que propician debates, discusiones, leyes, tratamientos y demás… nosotros que escuchamos diariamente hablar de cómo otros defienden su factor diferencial respecto de los demás (muy respetable), asistimos en silencio al modo en que el planeta se manifiesta a través de una grieta en nuestra tierra, recordándonos que somos todos parte de ese planeta cuyo poder es insondable.

Tal vez sea por eso que los canarios suelen (solemos) ser prudentes, mesurados y en muchas ocasiones conciliadores. Porque somos más conscientes que nadie de que pisamos volcanes. Y que un buen día esos volcanes que tenemos bajo nuestros pies dicen aquí estoy yo, y solo nos queda ayudarnos unos a otros, dejando los egos y los personalismos a un lado.

Esa voz prudente, mesurada y en muchas ocasiones conciliadora debería ser más escuchada en este loco mundo en que vivimos. Y desde aquí reivindico nuestra voz.

Pero sí debemos tener una cosa en cuenta.

Llegará el momento de ayudar. Cada uno de nosotros lo hará como pueda. Pero no puedo evitar mirar lo ocurrido con las recientes riadas del Ebro, por ejemplo, porque muchos pueblos han quedado fuera de las ayudas estatales para paliarlas, a pesar de que cumplen con los requisitos para recibir un refuerzo público que es simplemente justo.

Ahí sí que deberíamos estar los canarios pendientes. Cuando el volcán se calme, cuando los medios de comunicación se marchen y cuando todo el mundo esté en alguna otra guerra mediática de esas que pueblan nuestros teléfonos móviles y tablets. En ese momento debemos recordar a nuestro modo mesurado, prudente y conciliador, pero firme, que todos los canarios estamos junto a los palmeros. Para recordar con voz única a quien proceda que aquí pisamos volcanes.

Todos nosotros.

Que esas familias lo han perdido todo. Que esos nuevos terrenos pasarán a ser de titularidad pública por ley.

Y que, en consecuencia, manden las perras que correspondan para ayudar a rehacer vidas y haciendas.

 

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