EL POLVO DE UNA NOCHE

 
Que la política crea extraños compañeros de cama no es nada nuevo. Lo dijo Churchill, unas cuantas décadas atrás, y lo reformuló Groucho Marx, cuando aclaró que lo que forma extraños compañeros de cama es en realidad el matrimonio.
Sea como sea, el polvo furtivo, la cana al aire, sexo esporádico que lo llaman también, no tiene nada que ver con eso tan moderno del poliamor, que no hay quien lo entienda. Uno se quedó en que hay que querer a todo el mundo, porque lo dice en la Biblia. Que nos amemos los unos a los otros. Amor generoso y universal.
Luego viene el sexo, y con él, el potaje.
Pensaba yo en esto ayer cuando veía a amigos simpatizantes del PSOE o bien escandalizarse, o bien poner una sonrisa pícara, por el hecho de que el PP haya anunciado que a lo mejor vota mañana en el mismo sentido que ERC.
–¿Y ahora qué, eh? ¿Y ahora qué? Ahora sí son buenos los independentistas, ¿no?, proclaman.
Al margen de lo que pase con la prórroga del estado de alarma y del confinamiento en los términos en que está ahora mismo, recordaba yo la época, hace ya casi un lustro, en que el mismo PSOE votaba con Bildu contra la ley mordaza, ley que, por cierto, aún no han derogado y que utilizan a diario para poner multas a quien se salte la cuarentena. No es la única en la que han coincidido. Y que no han derogado.
Son extraños compañeros que de vez en cuando aparecen en esta y aquella cama, algo que no debe llevar a error. Al error de identificar al PSOE con Bildu. O al PP con ERC. Sería un error monumental.
Como confundir el amor con el polvo de una noche.
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