A PROPÓSITO DE LOS SANITARIOS

El mundo recompensa antes las apariencias de mérito que al mérito mismo.

(François de La Rochefoucauld)

El pasado verano viajamos a Nueva York, viaje largamente aplazado y que por fin tuvimos la ocasión de convertir en realidad. 20 kilómetros de pateo diario solo sirvieron para apenas vislumbrar una urbe descomunal que nos sorprendió por varios motivos, algunos de índole estética. Otros de índole cultural. Allí el concepto de tamaño no es igual que aquí. Allí todo es a lo bestia. Muchas cosas nos llamaron la atención. Quizá la más notoria fuese el contraste de la magnitud de las construcciones con la ausencia de, por ejemplo, cubos de basura. La basura se apilaba noche tras noche en el suelo, en medio de la calle, a la espera de que un camión la recogiera. Basura a nivel neoyorkino, es decir, en insondables pilas de bolsas entongadas a discreción. Curioso. Distinto.

Hicimos todo lo que hace la gente de pueblo: tomar café en Serendipity, siesta tirados en Central Park, hamburguesa en Burger Joint, detrás de la cortina canela de la recepción del hotel, ensalada de bote en Bryant Park, bocata de pastrami en Eisenberg´s, visita al Soho, a TRIBECA, barco hacia Staten Island a comprar en las tiendas de baratijas, subir al Empire State y, cómo no, entrar en tiendas de moda grotescamente cara.

En una de estas tiendas impagables, donde por supuesto no compramos nada y a la que acudíamos como el que va a ver un espectáculo o visitar el Cañón del Colorado, nos empalicamos con una de las empleadas que nos contó lo bien que le iba. Allí no hay problema en hablar de dinero, no son tan reacios como somos aquí. Y nos dijo que vivía en una casa en Long Island cuyo IBI costaba aproximadamente 30.000 dólares anuales. Es decir, la muchacha paga de contribución anual por su casa lo que viene siendo un buen sueldo en España para todo el año. Aún nos preguntábamos cuánto ganaría la dependienta para poder pagar impuestos a esos niveles cuando nos formuló una pregunta un tanto sorprendente.

–Lo que tienen que explicarnos –nos dijo– es cómo lo hacen ustedes con el tema sanitario.

Nos sorprendimos un tanto. Cuando estás rodeado por un entorno abigarrado, dicho sea ello en el más amplio de los sentidos, es bastante fácil dar un montón de cosas por sentadas.

–¿Cómo el tema sanitario? –preguntamos nosotros.

–Sí –contestó la otra dependienta–, tenemos entendido que en España todo el mundo tiene derecho a la sanidad, que es universal.

–Claro –contestamos nosotros, mirándonos un tanto desconcertados.

–Bueno, pues nos tienen que explicar cómo lo hacen, porque aquí no hay forma…

Hablamos, hablamos y hablamos, y llegamos a unas cuantas conclusiones. La primera de ellas, la más inmediata, es que más allá de polémicas relativas a privatizaciones, lo que precisa tal vez de un artículo en exclusiva, en España hay una sanidad universal porque así lo hemos acordado hace muchas generaciones. Más de las que imaginamos muchos de nosotros. Y esto es algo que lógicamente tiene un coste. Un coste que cubren en cierto modo nuestras empresas, con cotizaciones sociales de un treinta y pico por ciento sobre el sueldo, y los trabajadores, con un descuento de su nómina al tal fin.

Pero ese no es el único coste.

Porque si hay una diferencia clara entre España y los Estados Unidos es lo que gana un sanitario. Cuando se lo indicamos, ambas dependientas se miraron sin poder creerlo. Y entonces lo entendieron. Vaya que si entendieron.

Para empezar, ellas mismas razonaron que el concepto de riqueza es algo relativo.

Pero también entendieron que este sistema sanitario del que, con todas sus carencias, estamos tan orgullosos, descansa sobre dos pilares principales, enumerados no necesariamente en orden de importancia.

El primero, un consenso nacional.

El segundo es el sacrificio del personal sanitario, manifestado mes a mes mediante una exigua nómina para toda una vida de estudio, trabajo y responsabilidad.

No son los únicos que se sacrifican así en España. Hay mucha más gente que también lo hace por el bien común.

Pero yo quería hoy hablar de los sanitarios. Que no abandonan la primera fila. Que enferman para curarnos.

Que cobran lo que cobran.

Benditos sean…

#quedateencasa

 

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