PROTESTO

Forbes, el New York Times, El Guardian, el Post, Bild, Le Monde, la Asociación de Contables de Australia (¿?)… parece que últimamente no hay sino críticas de países extranjeros, la mayoría anglosajones, por cierto, a la gestión de Sánchez y compañía en relación con el coronavirus.

Soy el primer crítico con la gestión de nuestro gobierno. Y está bien, soy también un defensor de la libertad de prensa, por supuesto. Cada medio puede publicar lo que quiera. Pero uno tiene el prurito de la defensa nacional, y protesto ante esta crítica generalizada, que, aunque tenga visos de realidad, da la impresión de que somos, una vez más, el foco de la crítica fácil de todo el mundo mundial por una gestión que ha sido y es manifiestamente mejorable.

España lo ha hecho mal, cierto, pero me gustaría ver de vez en cuando algún tipo de asepsia similar con algún país que lo haya hecho de pena, como Italia, Reino Unido o Estados Unidos, sin ir más lejos, que parecen siempre indemnes a la crítica. Es como si fuésemos unos “outsiders” permanentes, por lo que se ve.

La patriotería foránea se ceba con España como lo hizo en su día con la crisis del 2008.

Protesto, sobre todo porque no manejamos las herramientas para defendernos de los ataques que vienen gratuitamente, muchas veces alentados por nuestros propios argumentos, y que no van sino a medrar sobre la base de la ideología, que es lo que muchos de estos críticos utilizan para atacarnos y así justificar su propia realidad.

Protesto. Enérgicamente, protesto.

A mi país lo critico yo. Y mi gente. Y si alguien de fuera viene a criticarlo, pues bienvenido sea, porque este es un país libre.

Precisamente en tal carácter, en aras a esa libertad, al crítico foráneo más le vale prepararse para que este servidor lo mande amablemente a cagar.

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