¿QUO VADIS, TENERIFE?

La foto del cetáceo con el cuerpo partido a la mitad ha estremecido a cualquiera que tenga entrañas en esta tierra, y la sensación impotencia es creciente entre la población. Ello ha propiciado un abierto No a Fonsalía por parte del pueblo. Antes de eso fue No al Puerto de Granadilla (ahí sigue vacío tras 300 millones de coste). No al tren del Norte, No al tren del Sur, No al Anillo Insular. No a las obras en La Tejita. No, no y no. De forma sistemática, parece que el ciudadano niega al poder político su acierto en la diagnosis de lo que le hace falta a esta sufrida isla para progresar de forma sostenible. Es normal. Dudamos de las intenciones de los que toman las decisiones. ¿Piensan en nosotros? ¿Y en nuestros hijos? ¿Y en nuestros nietos?
 
Tal vez lo estén haciendo, pero a tenor de las continuas manifestaciones discrepantes, de la escasa, nula o, peor, pésima comunicación, la gente dice que no por principio y pide que la convenzan de que una obra mejora lo que hay en lugar de empeorarlo.
 
De forma paralela, esta isla crece irremediablemente en un factor que nadie controla: la población. Si la media de población en España es de 95 habitantes por kilómetro cuadrado, la de Europa de 116 y la de Canarias de 283, la de Tenerife es de 441,75. Sin embargo, hemos de pensar que el 48% del suelo tinerfeño es especialmente protegido. El centro (Teide y alrededores) y la reserva de la biosfera que constituye Anaga son dos ejemplos de ello, cuya finalidad huelga explicar. Lo que faltaba es ver adosados en Las Carboneras, o un centro comercial en Tierra del Trigo. Por tanto, si eliminamos todo ese espacio en el que no es posible construir, la población de la isla en suelo edificable es de unos 800 habitantes por kilómetro cuadrado, es decir, el equivalente a una ciudad.
 
Pero no somos una ciudad.
 
Somos un territorio escarpado, donde la presión sobre la costa y alrededores crece de forma descontrolada y, con ella, las necesidades de servicios por el incremento de la población. Electricidad, carreteras, canalizaciones de agua y demás.
 
No me malinterpreten. Tengo muy queridos amigos rusos, irlandeses, ingleses, belgas, alemanes, peninsulares, marroquíes, cubanos, venezolanos y de todas partes que viven, trabajan y se esfuerzan como un canario más, que aman esta tierra y quieren lo mejor para ella. Los canarios, por otra parte, hemos sido emigrantes a lo largo de la historia en tantos lugares donde nos trataron muy bien.
 
Del mismo modo, las leyes de la física son inmutables. Y si en una caja cerrada metes cada vez más elementos, llega un momento en que la caja se llena y hay problemas. Dos más dos son cuatro, velocidad igual a espacio partido por tiempo. Esas cosas que no son negociables, da igual la ideología que uno tenga.
 
Por tanto, si dejamos que venga quien quiera a establecerse aquí, bien. Pero son personas que necesitan transporte público, servicios sanitarios, suministros básicos. Espacio para respirar. Derecho a ir a una playa, a un monte, a un colegio, a una universidad. Eso son infraestructuras que precisan de obras para almacenes, para contenedores, para aulas, para hospitales, para generación de energía. Para un montón de cosas que, a razón de 800 habitantes por kilómetro cuadrado en un territorio escarpado, me hace formularme varias preguntas.
 
Si una persona vive en, digamos los altos de La Matanza y trabaja en, digamos, Carrefour, ¿cuál sería la alternativa al vehículo privado? ¿La guagua? Bien, si esa guagua va por la autopista, puede tal vez bajar caminando a cogerla. Pero cuando vuelva cansado tras 8 horas de trabajo, ¿qué va a hacer para subir de nuevo a su casa desde la parada de la autopista? ¿Subir caminando? ¿Taxi? A taxi diario, se come el sueldo en taxis, pienso yo.
 
Así que lo mejor es un cochito para ir al curro.
 
El resultado es que si a un tipo se le pica la goma en Guamasa a las ocho de la mañana, la cola en esa autopista tarda quince minutos en llegar al Realejo. Realejo bajo. Dentro de unos años la cola llegará a Realejo alto, y alguien dirá que hay que poner un tren, alguien que hay que fomentar el teletrabajo, y alguien dirá que hay que poner un segundo piso a la autopista.
 
Mientras tanto, la población seguirá creciendo, y las infraestructuras planificadas seguirán chocando contra una población que no entiende por qué no se le explican las cosas.
Y es que, amigo, amiga, la explicación a veces es dura.
 
Canarias es prima hermana de Hawaii, y en Hawaii, por muy americano que seas y por mucho que sea un Estado más de los Estados Unidos, no puedes ir a vivir simplemente porque sí.
 
Tal vez sea momento de plantear donde corresponda que Canarias, y en particular Tenerife, es un lugar precioso, una perla en el planeta que nos corresponde a todos cuidar, y ello empieza por analizar cuánta gente puede sostener el territorio para que siga siendo eso. Una perla en el planeta.
 
Y en esa discusión, me temo que no debe haber líneas rojas. Hay que ser realistas, y poner los hechos por delante.
 
Y pensar en los nietos.
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